Este Búho no puede dejar de comentar la película surcoreana ‘Parásitos’, que sorprendiera al mundo ganando cuatro premios Óscar, incluido el galardón a la mejor película, que por primera vez se lo lleva un filme de habla no inglesa. La cinta es asombrosa, desconcertante e inclasificable, tiene de comedia negra, thriller, suspenso, drama, misterio y catapulta a Bong Joon-ho como uno de los directores más intensos del panorama actual. Aunque ya no nos debe sorprender la calidad del cine surcoreano, sino recordemos la extraordinaria ‘Oldboy’ (2003), de Park Chan-wook.
La ganadora del Óscar nos presenta una historia alucinante. Aunque tiene como origen, según confesión del mismo director, una película coreana de 1960, ‘Gótica domestica’. Y también se inspiró en el sonado caso francés en el que dos hermanas empleadas domésticas asesinaron a sus empleadores.
Después de ‘Parásitos’ los patrones mirarán con otros ojos a sus empleados del hogar. Se desarrolla en una metrópoli como Seúl. La bonanza económica del ‘tigre asiático’, gracias a su acelerado desarrollo capitalista con el apoyo de inversiones norteamericanas, luego de la guerra que dividió al país en el Norte comunista y el Sur ‘occidentalizado’, en pleno siglo XXI, si bien permite que los surcoreanos tengan uno de los ingresos per cápita más altos de la región, no elimina que millones de sus habitantes residan en precarias condiciones laborales y materiales mientras una clase privilegiada vive con espectaculares lujos y ostentaciones de riqueza. A simple vista ricos y pobres son idénticos racialmente, las diferencias se dan ‘en el olor’, como le señala el patrón a su esposa refiriéndose al ‘extraño aroma’ de su chofer, ‘ese olor también lo he sentido cuando alguna vez subí al metro’. Pero hay más diferencias.
La familia ‘parásito’ vive en una especie de sótano que durante la ‘guerra fría’ se construyeron como ‘refugios’ ante un eventual bombardeo desde Corea del Norte. Habitáculos sin casi iluminación solar, y ante las fuertes lluvias las casas se inundan y los servicios de desagüe colapsan y las viviendas son rebasadas con aguas fecales. Los protagonistas: papá, mamá, hijo e hija jóvenes son los ‘parásitos’. Piratean el Wi-Fi de los vecinos y cachuelean a destajo para un restaurante de comida rápida.
El padre es el ‘cerebro’ de sus recurseos y ‘escuelea’ a sus hijos en las malas artes. La madre de joven fue una atleta con medallas, ahora sigue a su marido en sus trucos. Todo cambiará para ellos cuando un amigo del hijo, que estudia en la universidad y se va al extranjero, le propone que lo reemplace como profesor de inglés de una jovencita de una familia millonaria.
Al toque comienzan a transitar por el lado oscuro al falsificar certificados de estudios y otras acreditaciones. Y así logra obtener el trabajo y se gana la confianza de la dueña, por lo que comienza por conseguirle un trabajo a la hermana de ‘terapeuta de arte’ para el hijo menor y por medio de bajezas hacen botar al chofer y la ama de llaves para que ingresen a trabajar papá y mamá. La familia completa, que aprovecha un viaje de los empleadores y se emborrachan, comen y se divierten. Pero no todo les va a salir como lo han planeado. El filme adquiere un vuelco increíble, insospechado, y de la comedia hace un salto con garrocha al thriller, hasta la violencia más brutal. ‘Parásitos’ nos presenta las dos realidades de una sociedad como la surcoreana. Los pobres, con la viveza criolla, el recurseo ilícito, y los de arriba, tan dispuestos a que los de abajo les sirvan y les hagan todo, aunque entre ellos comenten que les disgusta el olor de sus sirvientes.
No es necesario viajar a Seúl para reconocer a los ‘parásitos’. Basta darse una vueltita por La Planicie o La Rinconada o sus vecinos de asentamientos humanos de Musa o Manchay. Juntos pero no revueltos.
Apago el televisor.