Este Búho se reafirma en sus conceptos: la realidad es a veces más terrible, cruel y sucia que la ficción. Y lo reafirmo cuando comparo la política peruana después de conocerse que pagó 29 millones de dólares en sobornos durante los gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala. Gracias a esos pagos, la empresa brasileña no solo ganó casi todas las licitaciones donde se presentó, sino que le permitieron una serie de gollerías y ventajas al margen de la ley, disfrazadas de ‘decretos especiales’. 

Con esto no solo sobrevaluaron los costos sino, en algunos casos, hasta incumplieron contratos con total impunidad, como en el reciente cobro de peaje en Puente Piedra, en perjuicio de la población. ¿Cómo no compararlos con cuando en un capítulo Frank Underwood, en su carrera a la presidencia, obliga a su amigo congresista Peter Russo a que engañe a sus electores y tire abajo un proyecto de reflotar los astilleros en una ciudad portuaria? Todo para utilizar ese dineral y tener fondos para su campaña a la presidencia. Russo, vilipendiado por sus electores, sus amigos, miles de familias que se iban a quedar sin trabajo, y que lo acusaron de traidor, se sumerge en el alcohol, las drogas y se convierte en un peligro, ‘sabía demasiado’. El propio Frank (genial Kevin Spacey) se encargó de callarlo para siempre.

Aquí, como en la serie, existen ‘cabos sueltos’, pero no sufren terribles remordimientos como Russo, sino se inmolan y hasta van a la cárcel ante la orden del líder. Pero hay situaciones, como las del escándalo de Odebrecht, donde no hay forma en que se puede escoger a un infeliz como ‘cabeza de turco’ y mandarlo diez años a prisión con todos los gastos pagados para él y su pobre familia. Ya cayeron el presidente panameño Ricardo Martinelli y sus hijos. El escándalo Lava Jato ronda a Lula da Silva. La justicia norteamericana será implacable, tal como lo hizo al intervenir en la FIFA, donde cayeron todas las cabezas. Por eso muchos todopoderosos tiemblan. 

La ruta del dinero está siendo monitoreada con la colaboración de Suiza, bancos norteamericanos y a regañadientes por los bancos de paraísos fiscales, que prefieren ‘echar’ a jefes de Estado, que ser intervenidos por Washington. El presidente norteamericano Underwood de la serie, tenía en su bella esposa Claire (desquiciante Robin Wright) a una perfecta ‘socia’. Eran un monstruo de dos cabezas. Eran una maquinaria para destruir adversarios y acumular poder. 

Eso en la ficción. Aquí, en la realidad, al menos en dos mandatarios, sus consortes los llevaron al enfrentamiento absurdo y hasta racial con una parte del país, y en el otro, a una frivolidad, angurria y sed de poder que terminó dinamitando su gobierno y su partido. Como en la serie, un periodista, Lucas Goodwin, quien en los tiempos en que el presidente era todopoderoso, ordenó que lo boten de su puesto de editor del diario y lo mandó a prisión, ¿les suena familiar esas prepotencias presidenciales? Pues reaparece en la cuarta temporada y desde una plataforma digital, cuando Frank está debilitado, pues su esposa se vuelve en su contra, arremete con todas las denuncias por su sucio pasado, incluidas acusaciones de asesinatos. Este Búho no pone las manos al fuego por nadie. Apago el televisor

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