Este Búho habrá nacido de noche, pero no anoche. Coincido plenamente con la preocupación de Avelino Guillén, el exfiscal supremo que acusó a Alberto Fujimori, quien sostiene que ‘existe una falta de voluntad del gobierno para afrontar el caso Odebrecht’. Guillén ingresó como figura emblemática anticorrupción en el equipo de PPK en la última parte de la campaña. Sin embargo, cuando este ganó la Presidencia, sospechosamente, fue apartado del entorno del jefe de Estado.
Desde ese momento abrí mis ojazos y sospeché que el nuevo gobierno pareció utilizar esa bandera para ganar las elecciones. Pero bastó que sucedieran los primeros casos clamorosos de corrupción, dentro del mismo cogollo de los asesores presidenciales, como Carlos Moreno, el del ‘Negociazo’ en el sector Salud, para observar cómo el Ejecutivo actuaba con una lentitud pasmosa. Este médico estuvo por ‘la sombrita’ dos meses, no fue procesado administrativamente por las autoridades del sector y reapareció en su trabajo, porque ‘estaba de vacaciones’.
Solo le faltó decir a la directora del hospital ‘Loayza’, que lo ‘blindó’ en una penosa conferencia de prensa, que ‘Negociazo’ estaba ‘de parranda’. ¿Cómo quedan el presidente, el premier y la ministra de Salud en este caso? Y ni digan que solo el Gobierno apañó a este funcionario, porque en la Comisión de Fiscalización del Congreso, dominada por fujimoristas y un filudo aprista, trataron al médico Moreno con ‘manos de seda’. Recordemos que también atendió a Alan García, estuvo en un mitin del ‘partido de la estrella’ y fue presentado con honores por el líder aprista.
Pero en el caso Odebrecht vemos otra vez que el Gobierno, en boca del propio presidente, parece dudar. Como sostiene Guillén: “Es una mala señal que el jefe de Estado diga textualmente ‘no todo lo que ha hecho Odebrecht en el Perú es corrupto’”. Pero si el propio dueño de la empresa sostuvo, ante la justicia norteamericana, que durante los regímenes de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala sobornaron a funcionarios públicos por 29 millones de dólares.
Y que solo en el Gobierno aprista abonaron 20 millones, gracias a lo cual ganaron la licitación de 400 millones del Tren Eléctrico y recibieron concesiones que terminaron sobrevaluando los costos, permitiendo a Odebrecht llevarse 1,400 millones. ¿Por qué nadie parece interesado en averiguar quiénes fueron los funcionarios y políticos que recibieron las coimas que revela el mandamás brasileño? En Brasil ya se saben los nombres de políticos de peso y ya están presos.
No me parece una buena señal que el fiscal de la Nación, Pablo Sánchez, quite el cuerpo y diga que ‘todavía no hay nombres’. Los norteamericanos y los brasileños saben quiénes fueron ‘aceitados’ en el 2008. El hombre fuerte de Odebrecht en el Perú, Jorge Dirceu, se entrevistó con el presidente Alan García, y la exesposa brasileña de un ministro aprista está investigada por haber trabajado con la empresa en estos vergonzosos sobornos.
La dama en cuestión, Zaida Sisson, era caserita en sus visitas a Palacio de Gobierno. Resulta sintomático que Alan García tuitee exigiendo que se revelen los nombres de los implicados, mientras su abogado Wilber Medina se enfrenta al exministro de Transportes del segundo Gobierno aprista por el tema de los sobornos. Enrique Cornejo, que fue aludido por Medina como implicado en el escándalo, salió al frente y le dijo que Oswaldo Plasencia, el ‘hombre clave’, ¡¡era asesor de Alan García!! Ahora Plasencia niega haber trabajado en Palacio y ser hombre de confianza de Alan.
¿Querrán convertirlo en el nuevo Facundo Chinguel? Difícil, esos funcionarios de segundo orden no podían decidir y recibir coimas de millones de dólares. Pero nadie parece querer que salga la lista de los corruptos de alto vuelo. El operativo donde han capturado al ‘zar de oro ilegal’ Peter Ferrari o la captura de Ronny García, más parecen ser ‘pantallazos’ para bajar los decibeles a la bomba atómica que significó las ‘confesiones’ del pago de sobornos en nuestro país. Apago el televisor.