Hace unos días fui al cine a ver ‘Siete semillas’, que protagoniza el polifacético Carlos ‘Cachín’ Alcántara. Siempre es bueno apoyar las producciones nacionales. Pero apenas estaba ingresando al cine, me llamó la atención el tremendo afiche que promocionaba ‘Hands of stone’ o ‘Manos de piedra’, la película que revive los puños y vida de Roberto Durán, el legendario boxeador panameño.
Confieso que aún no he visto la cinta grabada en Nueva York y Panamá, que es estelarizada por el actor Édgar Ramírez, pero tiene como ingrediente especial la participación del gran Robert de Niro en el papel de Ray Arcel, el septuagenario entrenador de Roberto Durán.
Como mis lectores saben, este Búho es un fanático del boxeo desde niño. Ingreso al túnel del tiempo. Después del fútbol disfrutaba ver, a finales de los 70, ese microprograma ‘Nocaut’ de Gillette en la tele. Gracias a ello pude ver en video a los grandes de todos los tiempos: Jack Dempsey, Rocky Marciano, Joe Louis, Sugar Ray Robinson, Archie Moore, Muhammad Ali, Joe Frazier. A estos dos últimos, los vi chibolito por vía satélite en la llamada ‘Pelea del siglo’.
También al gran argentino Carlos Monzón, Sugar Ray Leonard, Alexis Argüello, Marvin Hagler y ‘Mano de piedra’ Durán, a quien fui expresamente a visitar a su casa de Panamá y lo encontré como cantante de salsa con su orquesta que tenía el nombre de su esposa, ‘Felicidad’. Sí, la que se gastó en los casinos de Las Vegas toda la plata que ganó el pugilista. De los boxeadores peruanos, recuerdo que nos zampábamos al coliseo ‘Amauta’ para ver las peleas de Marcelo Quiñones, Fernando Rocco y hasta derramé lágrimas con la derrota de ‘Romerito’ ante ‘Boom Boom’ Mancini cuando disputó un título mundial.
El boxeo de estos tiempos es una estafa. ¿Dónde están los grandes peleadores? Tal vez rescato a Manny Pacquiao, porque ese Floyd Mayweather es un payaso. Un chistoso que más parece bailarín que pugilista profesional. Lo fundamental en este deporte, y eso lo enseñaron los grandes entrenadores como Angelo Dundee (Ali) o Amílcar Brusa (Monzón), es el sacrificio y la disciplina.
Los entrenadores eran como padres para esos hijos llegados de la pobreza extrema, porque esa es la característica de todos los pugilistas, llegar del arrabal, pues ninguno proviene de una clase acomodada. Sin pretender ser ‘La pelea del siglo’, debemos recordar combates memorables en la década de los 80, cuando los peruanos disfrutábamos con la flamante televisión a color, los comentarios del gordito Kike Pérez y los relatos del panameño Juan Carlos Tapia.
Entre ellos, los enfrentamientos de Sugar Ray Leonard vs. Roberto ‘Mano de piedra’ Durán. El primero fue espectacular. Leonard era el campeón invicto. Durán, un excampeón en declive. Aceptó la cuarta parte de lo que recibió Leonard, incluso permitió que Sugar escogiera el escenario, el coliseo en Montreal, donde obtuvo su medalla de oro olímpica. Durán no tenía nada que perder y se jugó la vida en ese ring.
La potencia, la garra, el corazón y el hambre de gloria del recio panameño se impusieron a la técnica, la destreza y algo de soberbia del norteamericano. Roberto Durán ganó una corona y la gloria. No las supo aprovechar. Destruyó su cuerpo en desenfrenos, alcohol, drogas, mujeres y baile. Cuando se vio misio y endeudado, arregló a los cinco meses una revancha con Leonard, en la que a mitad de pelea se negó a seguir combatiendo.
“Era idiota seguir peleando, iba a perder”, dijo, aunque hasta el séptimo round las tarjetas estaban empatadas. Otros enfrentamientos memorables fueron entre Marvin Hagler vs. Thomas Hearns: Uno de los ocho minutos más frenéticos del boxeo, porque solo eso duró el combate. Hagler acorraló a Hearns, quien al tercero se desplomó como un saco de papas. Sugar Ray Leonard vs. Marvin Hagler en 1987. Cuando se rompe toda la lógica en un ring. Las apuestas favorecían a Hagler, pero un Ray Sugar que llegaba con hambre de revancha, después de un fugaz retiro, derrotó a la lógica y a ‘Maravilla’ Hagler. Apago el televisor.