Este Búho lee en trome.pe que un árbitro de la justicia de Estados Unidos ordenó que el actor Kevin Spacey pague a la productora que hizo la serie ‘House of Cards’ cerca de 31 millones de dólares. Este tribunal llegó a la conclusión que Spacey, intérprete del político Frank Underwood en la serie de ficción, incumplió su contrato al violar la política de acoso sexual en la compañía.
Han pasado varios años y el actor ha sido denunciado por una docena de hombres y calificado como un ‘depredador sexual’. En su carrera lo ha ganado todo. Premios Óscar, Emmy, Golden Globe. Pero no pudo evitar que Anthony Rapp, un actor de la serie ‘Star Trek, Discovery’, también de Netflix, contara lo que ocurrió en 1986, cuando tenía solo 14 años y Spacey 26.
Según Rapp, acudió a una reunión organizada por Spacey sin acompañantes mayores. “Cuando todos se fueron, decidí irme a mi casa y Kevin, al parecer ebrio, se interpuso en la puerta. Trataba de seducirme, estaba tratando de tener sexo conmigo. Me agarró y me tumbó sobre su cuerpo, pero me zafé”, reveló Rapp a ‘BuzzFeed News’.
En esa fiesta, Spacey celebraba haber tenido su primer papel en una película. Esta era ‘El difícil arte de amar’ (Heartburn), dirigida por Mike Nichols y protagonizada por los grandes Jack Nicholson y Meryl Streep. Su papel era insignificante, pero debió saberle a gloria. Por eso se mandó una ‘bombaza’. Ignoro por qué el actor agredido demoró treinta y un años para hacer público ese testimonio que golpeó furibundamente la imagen de la estrella de Hollywood. Pero lo que me sorprendió en ese entonces fueron las excusas del laureado actor ante una acusación tan grave. El comunicado público de Kevin, emitido hace unos años, decía: “Como ya lo saben aquellos que me conocen, en mi vida he tenido amores tanto con hombres como con mujeres. He amado y he sostenido encuentros románticos con hombres a lo largo de mi vida y ahora he decidido vivir como un hombre gay”.
Y luego afirmaba estar ‘horrorizado, pero que no recordaba el hecho’, y le ‘pidió disculpas por un inapropiado comportamiento de borracho’. Aún intento entender la situación de Spacey: ¿Estaba tratando de justificar el intento de violación a un menor de edad porque es gay? ¿Es que el hecho de no ser heterosexual, de no gustarle las mujeres, le da derecho a abusar de un menor de edad? ¡¡Por favor!! Parecía creer que el ‘salir del clóset’ podía ‘suavizar el presunto delito’.
Cuán fuerte e indignante debió ser para un padre de familia de un niño abusado escuchar la justificación de un presunto abusador. Como era de suponerse, la comunidad gay reprochó la condenable acción de Spacey. Él estaba en su derecho de hacer pública y asumir su orientación sexual sin rubor, como muchos actores de Hollywood, pero no obligado por una terrible acusación, que ni siquiera negó.
En Estados Unidos, la justicia protege fieramente a los menores de los abusos sexuales. Un caso legendario y aleccionador lo protagonizó la Justicia norteamericana contra el laureado director Roman Polanski. El polaco fue acusado de tener sexo y drogarse con una adolescente de 13 años, Samantha Geimer, en 1973.
A pesar de haber pasado varias décadas de tan execrable delito y que la propia Geimer pidiera que se archive su caso, seguramente porque recibió grandes indemnizaciones del galardonado director polaco, la máxima autoridad judicial estadounidense lo tiene como reo contumaz y solo espera que Roman aterrice, por distraído, en el aeropuerto de un país con tratado de extradición con Estados Unidos para llevarlo de las mechas a un tribunal y de allí a la cárcel.
Este Búho se ve obligado a pensar, ¿cuántos muchachitos y muchachitas más podrían haber sido abusados por Spacey, siendo ya un actor millonario, consagrado y con poder, y cuyos casos aún se desconozcan?
Seguramente, como en otras circunstancias, seguirán apareciendo. Pienso en Michael Jackson, también sindicado de someter a menores de edad que lo visitaban en su rancho ‘Neverland’, en California (Estados Unidos), y me causa repugnancia. Lo único que nos queda hacer, como padres, es cuidar muy bien a nuestros hijos. No olviden que ‘caras vemos, pero corazones no sabemos’.
Apago el televisor.