Pedro Castillo fue denunciado por ser el líder de una organización criminal.
Pedro Castillo fue denunciado por ser el líder de una organización criminal.

Este Búho camina a diario las calles de esta gran ciudad. Como periodista, no concibo otra manera de ejercer mi oficio sino levantándome de la silla y cruzando la puerta de la redacción. En otras palabras, gastando las suelas de mis zapatos. Conversar con mamitas en los mercados, con taxistas, con vendedores ambulantes, con estudiantes, me da un panorama real de lo que sienten y necesitan mis compatriotas.

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Las historias están en la calle y es allí donde hay que buscarlas. Por eso, siempre me doy una vuelta por los paraderos de buses, por los mercados, por las grandes avenidas y también por los multitudinarios conciertos que se están realizando en nuestro país, como los de Coldplay, Daddy Yankee o Guns N’ Roses. Allí puedo hablar con gente de todas las edades y de todos los estratos sociales.

Estos eventos de gran envergadura podrían hacer pensar a cualquiera que se realizan en un país de economía boyante, donde existe estabilidad política y social. Nada más lejos de la realidad. La verdad es que no mueven la aguja. Si bien estos shows, a cargo de empresas privadas, generan un impacto positivo en nuestra economía formal e informal, las constantes crisis tienen al borde las inversiones nacionales y extranjeras.

En los alrededores de los recintos donde se realizan estos conciertos, decenas de emprendedores llegan para ofrecer sus productos, desde panes con pollo hasta merchandising. “Antes de pandemia tenía mi puesto en Gamarra, confeccionaba polos y poleras. Con la crisis tuve que salir a las calles y venir a conciertos como estos para poder generar ingresos”, me dijo una confeccionista textil.

Nuestra economía no se repone de la crisis sanitaria. Nuestras políticas públicas para impulsar el crecimiento económico son nulas, inexistentes. Vemos a un Pedro Castillo, lejos de pilotar el país, preocupado en apagar sus propios incendios. Pendiente de que, según las investigaciones, sus allegados encuentren asilo en México o Venezuela. Un colaborador eficaz lo señala como autor intelectual de hechos que parecen sacados de una película de gánsteres: mandó a quemar documentos y lanzar celulares al mar. Además, ordenó apagar las cámaras de seguridad de Palacio para sostener conciliábulos con los ‘Niños’, congresistas que le ofrecieron su dignidad por intereses personales. Coordinó una reunión clandestina con Bruno Pacheco, su ex mano derecha y hoy preso, y conversaron a través de papeles escritos para evitar ser escuchados.

Estas y más acusaciones lo han puesto contra las cuerdas. Lejos de aclarar las imputaciones punto por punto, hizo la de siempre: victimizarse. Escudarse en sus orígenes andinos. ¿Es que acaso sabe que acaba de ingresar a un túnel sin salida? Lo preocupante es que, al mismo estilo chavista, viene incitando a los reservistas contra sus opositores. Está enfrentando a los ciudadanos, ¿qué busca Pedro Castillo? ¿Un estallido social?

Ha vuelto a arremeter contra la prensa, que lo único que ha hecho es destapar la olla de grillos que es su gobierno: contratos dirigidos, puestos de trabajo a sus compinches, mal uso de los recursos del Estado, entre otras delaciones que hoy profundiza la Fiscalía. El chotano no entiende que el periodismo independiente siempre está al otro lado del poder, siempre será oposición. No estamos en Venezuela o Cuba, en donde los sátrapas solo esperan palmaditas en la espalda.

Como sea, las denuncias han provocado que se geste una nueva moción de vacancia, la tercera. Las expectativas no son altas. El Congreso tampoco es un organismo que goce de aceptación. En realidad, ha sido el principal motivo por el que el profesor aún continúa al mando. Tan incapaz y de espaldas a la realidad como el Ejecutivo.

“Que se vayan todos”, me dijo un muchachito que vendía gaseosas y cervezas en latas. “No me interesa la política, lo que me interesa es trabajar y poder llevar un pan a la mesa de mi casa”, agregó. El panorama es desolador, sea cual sea el escenario. Desolador, por supuesto, para el ciudadano de a pie, para los que menos tienen. La tormenta política afecta sus bolsillos, porque si el dólar sube, también el costo de vida. Este no es un ‘gobierno del pueblo’, sino un gobierno que utiliza al pueblo como escudo para defenderse de sus fechorías. El peruano es trabajador, ingenioso, perseverante y es por eso quizá que el país aún camina. Mientras tanto, yo seguiré recorriendo las calles para contarles la verdad. Apago el televisor.

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