
Este Búho estuvo atento al inicio del juicio al golpista Pedro Castillo. Me indigna que voces cínicas desde fuera del Perú y de acá pongan como víctima al encarcelado expresidente, diciendo que ‘no dio golpe’, ‘está injustamente preso’, ‘fue víctima de una conspiración de la derecha’.

¡Por favor! Vivimos una de las etapas más dramáticas del Perú. Repito, desde la llegada del profesor al gobierno y luego, su sucesora Dina Boluarte, el país está en franca decadencia y azotado por una ola criminal nunca antes vista. Ahora Boluarte cogobierna con sus aliados del Congreso, los fujimoristas, los acuñistas y hasta de ¡Perú Libre!, o sea de Keiko, César Acuña y el hermano de Vladimir Cerrón.
Pero fue el propio Castillo quien detonó la crisis cuando pateó el tablero democrático, quebró la Constitución e intentó cerrar el Congreso. Pero no fue un exabrupto, fue una decisión fríamente calculada con el delirante Aníbal Torres y su expremier, la resentida social Betssy Chávez. Pero muchos meses antes ya cavilaba esa posibilidad mientras atizaba un conflicto de poderes que desviara la atención sobre las graves acusaciones de corrupción que pesaban en su contra.
Este Búho no se come cuentos. Todo comenzó cuando el ‘empresario’ y lobista prontuariado Zamir Villaverde confesó que logró ingresar al círculo íntimo del mandatario entregándole modernas camionetas, dinero en efectivo y ropa fina a sus sobrinos, otorgándoles pasajes aéreos para toda la parentela de Pedro y su esposa. Con esas ‘migajas’ se ganó a un presidente y a una familia de angurrientos. Y de ahí dio un paso trascendental para sus oscuros intereses y pasó a entregarle sumas como treinta mil soles para Juan Silva o cien mil más para Castillo.
Fue así que el presidente haría dupla con Bruno Pacheco por los cobros en los ascensos militares y policiales, una mafia tan desalmada que Pacheco se quejó de que lo ‘habían cerrado’. El mismo Bruno dijo que le entregó al chotano un sobre con miles de soles para que nombrar al corrupto Hugo Chávez como presidente de PetroPerú. La ola de corrupción que salpicaba a Castillo quedó evidenciada cuando el mandatario propició la fuga de su secretario general de Palacio.
Luego Beder Camacho, miembro del ‘gabinete en la sombra’, confesaría, como colaborador eficaz, que Castillo le ordenó esconder al prófugo Pacheco, entregarle dinero y buscarle asilo en Venezuela o México, también para los requeridos por la justicia, el exministro de Transportes, Juan Silva, y su sobrino Fray Castillo, operador de negociados en ese ministerio. La lista de corruptos no solo se extendió a sus sobrinos, sino a su esposa Lilia y su cuñada-hija Yennifer Paredes, quienes hicieron pingües negocios viales con el detenido alcalde de Anguía, gracias a un decreto supremo promulgado por Castillo.
Este columnista recordó la cita del maestro Manuel González Prada. Y es que ‘donde se ponía el dedo saltaba la pus’ de ese régimen corrupto. El gobierno parecía un cuerpo infectado, supuroso, gangrenado en su totalidad y al borde de la putrefacción. Ya la Fiscalía de la Nación le había abierto siete carpetas fiscales y lo había denunciado constitucionalmente ante el Congreso por jefaturar una organización criminal.
Castillo se sentía como una fiera acorralada y cuando el detenido Salatiel Marrufo, exjefe de asesores del Ministerio de Vivienda, confesó ante el Congreso que cobraba millonarias coimas a una empresaria y que le pagaba 50 mil soles mensuales a Castillo y a sus hermanos con tal de que mantuviera al corrupto ministro de Vivienda, Geiner Alvarado; Pedro ejecutó su delirante golpe que no fue apoyado por nadie, pues hasta sus ministros fueron los primeros en renunciar.
Estas son solo algunas ‘perlas’. ¿Por qué ahora se pretende victimizar a un golpista que denigró la investidura presidencial convirtiendo su gobierno en un pozo séptico de corrupción? Castillo pasará a la historia universal de la infamia como el presidente que desgració al país y eso nadie debe olvidarlo. Apago el televisor.