Este Búho recibe correos de sus lectores que le comentan sobre la poca expectativa que tienen por el Mundial de Qatar. Otro hubiese sido el cantar si la selección de Ricardo Gareca hubiera vencido a Australia en el repechaje. De manera increíble nos quedamos afuera de la fiesta porque, entre otros motivos, nos creíamos clasificados sin haber jugado.
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Pensábamos que nos íbamos a pasear con los ‘canguros’ y algunos jugadores prefirieron ‘hacer la fiesta’ en la concentración de Barcelona. En vez de mentalizarse en el partido, llevaron a la concentración a sus cevicheros, peluqueros, novias y amigas cariñosas, con la alcahuetería del técnico y los dirigentes. Mientras que los oceánicos se prepararon a conciencia y hasta tenían un arquero sorpresa si se llegaba a los penales. Pero esa ya es historia pasada.
Ahora me piden que escriba sobre los mundiales que me traen más recuerdos. Me pongo a pensar y se me viene a la mente, en primer lugar, el de Argentina 78. Porque se juntaron varios factores que lo hacen inolvidable, para bien y para mal. Recuerdo que en ese tiempo todavía no llegaba la televisión a color al Perú y solo las familias de militares y los de billete la tenían, porque la compraban de contrabando. Por eso, muchos se iban al coliseo Amauta, hoy vendido a una iglesia evangélica, para ver los encuentros a color en pantalla gigante.
Este columnista se escapaba del colegio y con su mancha de ‘lagartazos’ de la Unidad Mirones, trepábamos los muros del coliseo y nos zampábamos sin pagar para ver los partidos a color. En el país había un ambiente de convulsión social, con paro nacional, pero el fútbol era como un bálsamo que tranquilizaba a la población. Ni qué decir lo que se vivía en Argentina. Eran tiempos de dictaduras militares en Sudamérica. Las más genocidas eran la chilena con Augusto Pinochet y la gaucha con Rafael Videla. Pero la de este último estaba con roche, porque no solo secuestraban y desaparecían a opositores, sino también a monjas y sacerdotes europeos.
Por eso, en Europa hubo un importante movimiento que pretendía boicotear el Mundial. Recuerdo que en el Amauta había hartos extranjeros y cuál sería mi sorpresa cuando el día de la inauguración unos gringos empezaron a abuchear al presidente argentino, quien daba la bienvenida a la justa mundialista. “¡Asesino! ¿Dónde están los desaparecidos?”, decían a viva voz y sacaban banderolas y repartían volantes, donde se veía una pelota de fútbol desinflada que chorreaba sangre.
Pero en el país se vivía la fiebre del Mundial. Se cantaba el ‘Contigo Perú’ con fervor y confiábamos en nuestra selección con jugadores de lujo: Quiroga, Chumpitaz, Velásquez, Cueto, Cubillas, Sotil, el gran J.J. Muñante, Percy Rojas y Oblitas. Una mezcla de Alianza y Cristal. El partido inicial contra Escocia será por siempre inolvidable. Los europeos eran los claros favoritos, con jugadores que brillaban en la liga inglesa, como Kenny Dalglish y el goleador Joe Jordan. Nadie se sorprendió que los escoceses empezaran ganando con anotación de Jordan. Pero Perú dio vuelco al partido con una pintura de Cueto en pared con Cubillas y luego Quiroga atajó un penal y llegaron los dos golazos del ‘Nene’, el último de tiro libre, que está catalogado como uno de los mejores goles de ese Mundial.
Luego empatamos con Holanda —que terminó subcampeón— en un partidazo, y goleamos a Irán para clasificar primeros en el grupo. Pero en la segunda ronda nos derrumbamos al perder por goleada con Brasil, Polonia y nos despedíamos ante el local Argentina, que tenía que vencernos 4 a 0 para llegar a la final. En nuestro país, el gobierno de Francisco Morales Bermúdez también estaba jaqueado por las protestas de los sindicatos y estudiantes. En ese año, 1978, trece dirigentes de izquierda y de sindicatos fueron detenidos y los metieron en un avión militar encapuchados y los trasladaron a Argentina, a Jujuy, donde los depositaron en un cuartel militar.
El senador Genaro Ledesma —uno de los secuestrados— declaró a un juez argentino que Morales Bermúdez y Videla hicieron un pacto en el marco de la siniestra ‘Operación Cóndor’. ‘Videla aceptó recibir a los prisioneros peruanos y esperó, a cambio, una ‘ayudadita’ en el resultado por el Mundial e incluso ingresó al camarín peruano antes del partido para hablar con los dirigentes’. Sospechosamente los albicelestes nos encajaron seis goles.
Durante muchos años se habló de que hubo una ‘echada’ y ese 6 a 0 es el recuerdo más doloroso de nuestra participación en los mundiales. Argentina al final ganaría el trofeo en una final donde brilló Mario Kempes. Fue el Mundial de grandes jugadores como el brasileño Zico, el francés Platini, el italiano Paolo Rossi, el polaco Lato, el holandés Neeskens, el peruano Teófilo Cubillas, entre otros astros. En ese Mundial hubo de todo, gran fútbol, pero también la mano siniestra de la dictadura de Videla. Ojalá que en Qatar los jeques no ensucien la pelota, porque recibieron de manera sospechosa —pagando una suma sideral— la organización del torneo, según confesó el propio Joseph Blatters, quien fue presidente de la FIFA. Apago el televisor.