Este Búho no puede ocultar su admiración por los integrantes del cuerpo de bomberos. En este despiadado nuevo siglo, plagado de desquiciantes atentados terroristas, de bombas de tiempo que significan fábricas o almacenes en zonas de gran densidad poblacional donde campea la informalidad en seguridad, en ciudades donde los autos y camiones se destruyen como insectos golpeados por un matamoscas, allí están los ‘hombres de rojo’ para ayudar en la tragedia.
Nadie puede olvidar el heroismo del cuerpo de bomberos de Nueva York aquel infausto y trágico 11 de setiembre del 2001. Dos aviones comerciales secuestrados por terroristas se habían estrellado en las dos Torres Gemelas del Trade Center. La alerta fue total: todas las unidades de bomberos de la ciudad y otros pueblos aledaños fueron convocadas para hacerle frente a la emergencia.
Mientras decenas de oficinistas bajaban, dando tumbos, para escapar del edificio sin importarles que podía haber ancianos o niños, trescientos cuarenta y tres bomberos hacían lo contrario, subían a trancos para ayudar a los heridos o incapacitados. Como se recordará, 343 ‘hombres de rojo’ se inmolaron y ofrendaron sus vidas, ya que las torres se derrumbaron en contados minutos. Pero los bomberos peruanos Alonso Salas, Raúl Sánchez y Eduardo Jiménez no son menos héroes que sus pares norteamericanos.
Ellos llegaron para sofocar las llamas de un sospechoso incendio en un almacén del Ministerio de Salud y una fábrica de zapatos. Los bomberos peruanos nunca han tenido que lidiar con una tragedia como la ocurrida en Nueva York el 11 de setiembre, por la cantidad de vidas humanas perdidas: 2751 víctimas, incluidas los rescatistas. Pero los peruanos tienen mucha más chamba y están muy mal equipados al comparárseles con los norteamericanos.
Solo en el presente año los bomberos han tenido que enfrentarse a ¡¡96 mil 049 incendios!! ¿Cuál es la razón? Muy sencilla, en el Perú no hay una cultura de prevención y no hablamos solo en los hogares donde dejan velas prendidas, cables de luz pelados, conexiones eléctricas truchas, sino también en empresas grandes y formales.
O si no recordemos los dantescos incendios en fábricas de pinturas, en almacenes de un gran supermercado. Los valerosos bomberos norteamericanos arriesgan su vida en atentados como el de las Torres Gemelas, la explosión de Oklahoma o el devastador huracán ‘Katrina’, en Nueva Orleans, pero los peruanos como los héroes Salas, Sánchez y Jiménez, se inmolan en incendios que pudieron evitarse, pues se originan por negligencia humana en su mayoría.
Comprendemos y nos solidarizamos con el dolor de sus deudos y es obligación del gobierno no solo reestructurar el Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Perú, pero no en la base, donde están los héroes, los profesionales que después de trabajar o estudiar van a dormir en condiciones incómodas, en algunos casos precarias, para salir disparados a combatir incendios y salvar vidas, sino en las cabezas que han demostrado ineficiencia.
Pero también es obligación del Estado indemnizar a las familias de las tres víctimas. Sus pares norteamericanos del Trade Center tuvieron asegurada la vida de toda su familia, y allí fueron más de trescientos. En El Agustino murieron tres. El desgarrador reclamo de una niña que llorando dijo que reconoció a su papá por un curioso llavero que siempre llevaba consigo, nos hizo llorar a todos. Creo que el mandatario PPK también se conmovió y hará algo.
Los norteamericanos homenajearon a los rescatistas con una película de Hollywood, protagonizada por el gran ganador del Oscar, Nicolas Cage y dirigida por otro gigante, Oliver Stone. Ya es hora que el cine peruano, que ha abordado temas de violencia política, delincuencial, policial y corrupción, novelas famosas, le rinda un merecido homenaje a nuestros bomberos, pues resulta conmovedor que los niños de nido, cuando les preguntan qué quieren ser de grandes, contestan: ‘Bombero o policía’. Apago el televisor.