Este Búho no deja de sorprenderse de cómo la ficción o la no ficción de una novela termina por plasmarse en el celuloide, otra de mis grandes pasiones. Este es el caso de la emblemática novela de Alfredo Bryce Echenique, ‘Un mundo para Julius’, que será llevada a la pantalla grande por la cineasta peruana Rossana Díaz Costa. La primera novela de Bryce, publicada en 1970 en plena dictadura militar socialista del general Juan Velasco Alvarado, fue lo que podríamos llamar el ‘conchito’ del legendario ‘boom’ de la literatura latinoamericana que se inició en los sesenta con Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y compañía. Muchos críticos de aquella época sostenían que el único mérito de Alfredo era que por pertenecer a una familia de raigambres aristocráticas, pudo hablar ‘desde dentro’ de ese mundo poco conocido. En verdad, la historia del niño Julius, hijo de un matrimonio típico de la aristocracia, era de película. Nieto de un expresidente, vivía en un palacio en la parte sanisidrina de la exclusiva avenida Salaverry. Tenía una madre, Susan, descendiente de ingleses, superficial y frívola, una dama tan plástica que era incapaz de sentir cariño y un mínimo de emoción, ni siquiera por sus propios hijos. ‘Darling’ era casi todo el meollo de su lenguaje. El padrastro del niño millonario no era mejor, pero al menos tenía la excusa de justificar su desamor por el pequeño al decir que ‘no era el padre de Julius’. Juan Lucas, ese padrastro, era un tipo tal y como lo definió su propia esposa, en palabras de Bryce: ‘Nadie tan feliz como Juan Lucas, bueno, él siempre estaba feliz o a punto de irse al golf o a una de sus haciendas’. Sus hermanos mayores hombres, Bobby y Santiago, son un fiel reflejo del entorno dominador, racista y excluyente. Ven a Julius, un chico sensible, como un cobarde, como un ser inferior, más aún porque su hermano menor va a refugiarse en la servidumbre a buscar cariño y protección. Y para colmo, su única hermana, con la que le une ese sentimiento de sensibilidad, muere de una terrible enfermedad. Como un José María Arguedas de la gran ciudad, Julius encuentra una familia verdadera en los empleados que son humillados y explotados por su propia familia. La novela de Bryce es corrosiva, casi contestataria, pero no nos engañemos, no hay resentimiento, sino grandes dosis de humor, ternura y hasta indefiniciones, porque Julius, en algún momento, no toma partido en su totalidad por los de abajo. Allí radica lo complejo y rico del personaje central.
Pero ¿qué podemos decir del papá de la criatura, Alfredo Bryce Echenique? Que es un escritor querido, aunque con sus incongruencias. Uno lo ve siempre alegrón, con lentecitos, después de haber bebido unos buenos tragos, y se es incapaz de crucificarlo como otros. Él mismo es consciente del pie del que cojea: ‘Prefiero ser un borracho conocido que un alcohólico anónimo’, dice. ‘Desconfío de los hombres que no beben ni una gota de alcohol, pero todavía más de aquellos abstemios a los que les encanta meterse en reuniones de bebedores’. Siempre le gusta pintarse de cuerpo entero: ‘Soy considerado el más borracho de los escritores latinoamericanos’. El fallecido premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, opinó sobre ‘Un mundo para Julius’: ‘Es la inteligencia de su factura, la mezcla de sutil ironía, humor, ternura y la visión aguda de lo real que componen su materia, por lo que el libro de Bryce es uno de los mejores que haya escrito un autor en América Latina’. Pienso que esta obra le dio frescura a la novela peruana en momentos en los que más bien transcurría en la descarnada y dramática denuncia social o novela política. Alfredo Bryce tenía mucho de Julius o viceversa. Alfredo se crio en el seno de una familia donde el tatarabuelo, José Rufino Echenique, fue presidente de la República. Su abuelo, presidente del banco más importante del país, y su padre, gerente del mismo. Pero un hecho cambiaría su cosmovisión del país y del mundo. Su ingreso a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Bryce llegaba impecablemente vestido con ternos ingleses y a bordo de un auto Peugeot convertible, cuando otros alumnos miraflorinos como Vargas Llosa lo hacían en tranvía o colectivo de la avenida Arequipa. Pero cosa curiosa. El aristocrático Bryce se hizo inseparable de un alumno con dejo de la sierra, concretamente de Abancay, el futuro cómico Tulio Loza. Cuando este reveló ese secreto guardado por varias décadas, el propio escritor lo confirmó: ‘Paraba con Tulio porque conocía y andaba con las chicas más bellas de la universidad y, sobre todo, de afuera’. Definitivamente, Alfredo Bryce se las sabía todas, pero esa amistad será comentario de otra columna. Esperamos con ansias la película de Rossana Díaz sobre esa Lima que graficó magníficamente Bryce, que se fue y que nunca volverá. Apago el televisor.
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