Este Búho inicia el año renovado. Me llevé un par de libros a esa playita caleta del norte. Una incursión que maticé con una espectacular visita nocturna a la ciudadela más antigua de América: Caral. En el ranking anual puse algunas novelas de escritores nacionales que debían estar entre las mejores del año. Si todavía no las han leído, vayan a la librería de su preferencia.
‘LA DISTANCIA QUE NOS SEPARA’: Renato Cisneros gozaba del éxito profesional como columnista de diario. También tenía un programa radial y conducía un espacio televisivo en el cable. Pero lo dejó todo para embarcarse en esta aventura literaria a la que denominó ‘autoficción’. Un estilo que en el país impuso Mario Vargas Llosa con ‘La tía Julia y el escribidor’ y Alfredo Bryce con ‘Un mundo para Julius’, o José María Arguedas, en ‘El zorro de arriba y el zorro de abajo’. El libro de Renato trata sobre su padre, uno de los militares más influyentes durante el gobierno militar del general Francisco Morales Bermúdez, el general Luis ‘El gaucho’ Cisneros Vizquerra, quien fuera jefe del Comando Conjunto y ministro de Guerra en el segundo gobierno de Fernando Belaunde Terry. El libro es una mezcla de investigación acuciosa autobiográfica de su familia por la rama paterna, con elementos de ficción, pero fundamentalmente escudriña el pasado de sus bisabuelos, abuelos, historias alucinantes, medio macondianas, como esa bisabuela que se casó con el principal cura de Huánuco y tuvo varios hijos. Las revelaciones de Renato conmueven. Nos presenta a un militar que literalmente maltrata a su hijo a su antojo, mientras se creía el salvador del país que, según su lógica, está a punto de caer en el terror del comunismo criollo. Cisneros confesó que la idea de hacer el libro surgió el día en que su novia lo dejó después de una relación de cinco años. Por ello recurrió a un psicoanalista. Este le hizo ver que parte de sus inseguridades, sus celos, tenían que ver con el hecho que su padre nunca se había casado con su madre, que su supuesto matrimonio en Estados Unidos fue una farsa, que fue ‘construido sobre arenas movedizas’. Renato escribe sobre su padre, a diferencia de Mario Vargas Llosa que casi nunca se refiere al suyo, en artículos o memorias. Solo ese lapidario capítulo, en ‘El pez en el agua’: ‘Ese señor que era mi papá’. Pero no hay odio en Renato hacia su progenitor. Sin embargo, confronta su postura como padre con la de un militar que se creía el salvador de la patria, pero parecía gozar maltratando a un hijo pequeño que se presentaba diferente a él. Inspirado en su ídolo Paul Auster, en la fábula bíblica de Jonás, al que se tragó una ballena, y en el ‘Pinocho’, que reclama a su ‘padre’ Geppetto que lo haga humano y no de madera, la novela se convirtió en un boom de ventas.
‘UN HOMBRE FLACO’: Daniel Titinger gozaba de una bien ganada fama como cronista, puntal de la revista ‘Etiqueta negra’. Pero se declaraba ante todo ‘Ribeyriano al punto de ebullición’ y logró que una universidad chilena financie una tarea que le significó sangre, sudor y lágrimas. Escribir un libro sobre Julio Ramón Ribeyro. Fue una tarea nada fácil. Ribeyro es idolatrado por sus lectores que lo consideran ‘intocable’. Su anunciada intención de ‘humanizar’ al escritor suscitó suspicacias, que menguaron cuando se supo que Titinger había logrado convencer a Jorge Coaguila, el sanmarquino biógrafo autorizado por Julio Ramón, que lo acompañe en su periplo por Europa, a recorrer los pasos del autor de ‘La tentación del fracaso’. Y lo más sorprendente, conseguir una entrevista con la temida viuda del escritor, Alida Cordero. ‘Estaba asustado con esa entrevista revela Daniel, pensaba entrar y encontrarme con todas esas cosas malas que me habían dicho de ella. Sin embargo, Alida fue generosa conmigo y con Coaguila’. ‘Quítale la palabra amor, si quieres, pero fue generosa con su esposo hasta el último’. ‘Está bien que se haya enamorado dijo Alida, que haya sido feliz’. Según el autor, el objetivo del libro es borrar la imagen que muchos tenían de Julio Ramón, como si fuera el calco de sus personajes: mustios, opacos, fracasados, anodinos, tristes hasta el hartazgo. ‘Podía ser un tipo muy apasionado… era tímido en verdad, sin embargo bailaba la música de Juan Luis Guerra, y Oscar D’ León. Le agradaba jugar pimpón con sus sobrinos, cantar en un karaoke, ver fútbol e hinchar por la ‘U’, montar bicicleta y tomar, y hasta navegar con sus amigos mucho más jóvenes, como Willy Niño de Guzmán, Antonio Cisneros y Fernando Ampuero’. Al final conoció la fama y le gustó. Titinger cuenta lo que era un secreto bien guardado, el de su amante, Anita. Daniel logró hablar con ella, pero declinó opinar sobre Ribeyro… porque ya mantenía una relación con otro escritor legendario, Alfredo Bryce Echenique. Pero esa es otra historia. ‘Un hombre flaco’ es un imprescindible documento sobre un extraordinario cuentista del que solo se conocían sombras e imágenes distorsionadas, a veces, por voluntad de sus propios lectores. Imperdible. Apago el televisor.
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Este Búho inicia el año renovado. Me llevé un par de libros a esa playita caleta del norte. Una incursión que maticé con una espectacular visita nocturna a la ciudadela más antigua de América: Caral. En el ranking anual puse algunas novelas de escritores nacionales que debían estar entre las mejores del año. Si todavía no las han leído, vayan a la librería de su preferencia.
‘LA DISTANCIA QUE NOS SEPARA’: Renato Cisneros gozaba del éxito profesional como columnista de diario. También tenía un programa radial y conducía un espacio televisivo en el cable. Pero lo dejó todo para embarcarse en esta aventura literaria a la que denominó ‘autoficción’. Un estilo que en el país impuso Mario Vargas Llosa con ‘La tía Julia y el escribidor’ y Alfredo Bryce con ‘Un mundo para Julius’, o José María Arguedas, en ‘El zorro de arriba y el zorro de abajo’. El libro de Renato trata sobre su padre, uno de los militares más influyentes durante el gobierno militar del general Francisco Morales Bermúdez, el general Luis ‘El gaucho’ Cisneros Vizquerra, quien fuera jefe del Comando Conjunto y ministro de Guerra en el segundo gobierno de Fernando Belaunde Terry. El libro es una mezcla de investigación acuciosa autobiográfica de su familia por la rama paterna, con elementos de ficción, pero fundamentalmente escudriña el pasado de sus bisabuelos, abuelos, historias alucinantes, medio macondianas, como esa bisabuela que se casó con el principal cura de Huánuco y tuvo varios hijos. Las revelaciones de Renato conmueven. Nos presenta a un militar que literalmente maltrata a su hijo a su antojo, mientras se creía el salvador del país que, según su lógica, está a punto de caer en el terror del comunismo criollo. Cisneros confesó que la idea de hacer el libro surgió el día en que su novia lo dejó después de una relación de cinco años. Por ello recurrió a un psicoanalista. Este le hizo ver que parte de sus inseguridades, sus celos, tenían que ver con el hecho que su padre nunca se había casado con su madre, que su supuesto matrimonio en Estados Unidos fue una farsa, que fue ‘construido sobre arenas movedizas’. Renato escribe sobre su padre, a diferencia de Mario Vargas Llosa que casi nunca se refiere al suyo, en artículos o memorias. Solo ese lapidario capítulo, en ‘El pez en el agua’: ‘Ese señor que era mi papá’. Pero no hay odio en Renato hacia su progenitor. Sin embargo, confronta su postura como padre con la de un militar que se creía el salvador de la patria, pero parecía gozar maltratando a un hijo pequeño que se presentaba diferente a él. Inspirado en su ídolo Paul Auster, en la fábula bíblica de Jonás, al que se tragó una ballena, y en el ‘Pinocho’, que reclama a su ‘padre’ Geppetto que lo haga humano y no de madera, la novela se convirtió en un boom de ventas.
‘UN HOMBRE FLACO’: Daniel Titinger gozaba de una bien ganada fama como cronista, puntal de la revista ‘Etiqueta negra’. Pero se declaraba ante todo ‘Ribeyriano al punto de ebullición’ y logró que una universidad chilena financie una tarea que le significó sangre, sudor y lágrimas. Escribir un libro sobre Julio Ramón Ribeyro. Fue una tarea nada fácil. Ribeyro es idolatrado por sus lectores que lo consideran ‘intocable’. Su anunciada intención de ‘humanizar’ al escritor suscitó suspicacias, que menguaron cuando se supo que Titinger había logrado convencer a Jorge Coaguila, el sanmarquino biógrafo autorizado por Julio Ramón, que lo acompañe en su periplo por Europa, a recorrer los pasos del autor de ‘La tentación del fracaso’. Y lo más sorprendente, conseguir una entrevista con la temida viuda del escritor, Alida Cordero. ‘Estaba asustado con esa entrevista revela Daniel, pensaba entrar y encontrarme con todas esas cosas malas que me habían dicho de ella. Sin embargo, Alida fue generosa conmigo y con Coaguila’. ‘Quítale la palabra amor, si quieres, pero fue generosa con su esposo hasta el último’. ‘Está bien que se haya enamorado dijo Alida, que haya sido feliz’. Según el autor, el objetivo del libro es borrar la imagen que muchos tenían de Julio Ramón, como si fuera el calco de sus personajes: mustios, opacos, fracasados, anodinos, tristes hasta el hartazgo. ‘Podía ser un tipo muy apasionado… era tímido en verdad, sin embargo bailaba la música de Juan Luis Guerra, y Oscar D’ León. Le agradaba jugar pimpón con sus sobrinos, cantar en un karaoke, ver fútbol e hinchar por la ‘U’, montar bicicleta y tomar, y hasta navegar con sus amigos mucho más jóvenes, como Willy Niño de Guzmán, Antonio Cisneros y Fernando Ampuero’. Al final conoció la fama y le gustó. Titinger cuenta lo que era un secreto bien guardado, el de su amante, Anita. Daniel logró hablar con ella, pero declinó opinar sobre Ribeyro… porque ya mantenía una relación con otro escritor legendario, Alfredo Bryce Echenique. Pero esa es otra historia. ‘Un hombre flaco’ es un imprescindible documento sobre un extraordinario cuentista del que solo se conocían sombras e imágenes distorsionadas, a veces, por voluntad de sus propios lectores. Imperdible. Apago el televisor.
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