En el primer día de la anunciada “reapertura comercial” de la frontera entre Colombia y Venezuela, un grupo de ancianos cruza el rio Táchira sobre los hombros de jóvenes que cobran unos pesos por ayudarlos a atravesar la ruta clandestina que conecta a ambos países.
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Aunque el lunes el gobierno de Venezuela anunció la “apertura comercial binacional” y removió los contenedores que bloqueaban los puentes fronterizos desde principios de 2019, el martes la guardia de ese país seguía impidiendo el paso salvo contadas excepciones “humanitarias”.
Quienes necesitan cruzar del lado colombiano pero no tienen constancia de una diligencia médica o educativa del otro lado de la frontera recurren a los pasos ilegales controlados por grupos armados, como lo han hecho a diario durante los últimos años.
“Pasar es terrible”, dice a la AFP una venezolana mayor y canosa que camina lentamente hacia su país por el Puente Internacional Simón Bolívar, que conecta las localidades fronterizas de San Antonio del Táchira (Venezuela) y Cúcuta (Colombia).
Esta vez pudo ir a Colombia y volver por el puente gracias una autorización médica, pero pide que levanten todas las restricciones en los pasos legales para que “se eliminen los abusos” en las trochas, como se le conocen a los caminos peatonales clandestinos que abundan en la frontera de 2.200 kilómetros.
Allí “todavía nos están explotando (...) si te cargan una bolsa, te cobran, pasas (al otro país) y cobran”, se queja la mujer, que prefirió no revelar su nombre.
Recuerda una ocasión en la que tuvo que fingir que usaba una silla de ruedas para recibir la autorización de volver a Venezuela.
El ‘fraude’ no fue gratis: tuvo que pagar unos cinco dólares para alquilar la silla. Después de jubilada, “pensé que iba a vivir mejor”, se lamenta.
Gestos políticos
Las trabas en el primer día de reapertura también fueron recibidas con recelo entre el gobierno Colombiano.
“No nos vamos a prestar para ser idiotas útiles de las pretensiones electoreras que puede tener la dictadura de cara a las elecciones locales que quieren adelantar”, expresó el presidente, Iván Duque, refiriéndose a los comicios regionales que se celebrarán en noviembre en Venezuela, los primeros en los que participará la oposición tras tres años de boicot.
“Estos gestos también sabemos que tienen una intencionalidad política”, enfatizó Duque durante un evento público en la zona de frontera.
Más temprano el director de la autoridad migratoria colombiana, Juan Francisco Espinosa, afirmó que “desde Venezuela esa apertura no se ha dado”.
Mientras tanto las carretas cargadas con huevos, arroz, papel higiénico y detergente para ropa seguían ingresando a Venezuela por las trochas.
El otrora rico país petrolero vive una prolongada crisis con hiperinflación y desabastecimiento.
“¡Que se abra rápido, así más fácil!”, clama Elizabeth Cáceres, una ama de casa venezolana de 47 años que vuelve a su residencia en San Antonio luego de una cita médica en Colombia.
“La gente está a la expectativa de que abran otra vez el paso normal para quitarnos el problema de las trochas”, asegura mientras sujeta un comprobante de la diligencia que le exigen las autoridades para entrar a su país.
“Mil peros”
Desde la orilla venezolana del río Táchira un hombre encapuchado con un radioteléfono asoma la cabeza cada tanto para vigilar los movimientos de dos oficiales de la policía colombiana que patrullan del otro lado del caudal.
Grupos armados ilegales de ambos costados ejercen como autoridad y se escabullen entre la maleza evitando a las fuerzas armadas colombianas, que desplegaron 9.000 uniformados adicionales al inicio de la semana.
Son los amos que controlan la ladera del río y cobran por cada movimiento en el lugar. No ponen un precio fijo, pero piden una “colaboración”, dice Inti Mella, un habitante de San Antonio del Táchira que se prepara para regresar a casa desde Colombia.
Lleva una pequeña bolsa plástica cargada con materiales de ferretería y carpintería “para trabajar estos días”.
El hombre de 49 años intentó volver cruzando el puente Simón Bolívar ante la promesa de reapertura, pero alega que le pusieron muchas trabas. “Uno va y le ponen mil peros (...) me hacen que yo coja por aquí”, dice antes de emprender el trayecto de unos diez minutos por las trochas.
El día que pueda pasar por el asfaltado puente su vida “mejoraría 100%”, agrega.
Fuente: AFP