Su nombre es Erin Bates y nació hace seis meses en el Reino Unido. Actualmente está conectada a una máquina de oxígeno, luego que el pasado 10 de abril dio positivo a una prueba de coronavirus (COVID-19).
Pero a su corta edad, Erin ha sufrido muchos golpes a su salud. Después de nacer solo con dos kilos y medio, en diciembre le detectaron una afección cardíaca de importante gravedad y tuvieron que hacer una operación al corazón para salvarle la vida.
Cuando se pensaba que lo peor había pasado, la pequeña presentó problemas en la tráquea y atravesó por un largo tratamiento en el hospital. Pero la pesadilla no quedó ahí: el pasado 10 de abril fue diagnosticada con coronavirus.
Desde entonces, Erin Bates está ingresada en el Alder Hey Children’s Hospital de Liverpool (al norte de Inglaterra), y su madre, Emma Bates, de 29 años, siempre está a su lado. El padre, Wayne, de 32 años, está en casa, en Manchester. La comunicación entre ambos es constante gracias a los aplicativos de mensajería y a las videollamadas.
Emma y Wayne confían en la fortaleza de su pequeña hija y creen que esta batalla también la ganará. Sin embargo, su preocupación va más allá del estado de Erin, cuando notan que muchas personas se burlan de las normas de confinamiento por el coronavirus.
“La gente todavía no se toma en serio este brote y eso me molesta”, reniega Wayne Bates.
Emma decidió publicar una carta en su cuenta de Facebook para explicar el caso de su hija: “Tanto Wayne como yo estamos totalmente desconsolados una vez más porque estamos en una posición en la cual podemos perder a la nuestra pequeña si no se sigue batallando. Por favor, por favor, por favor, tened a Erin en vuestras oraciones. No podemos perderla por este virus. Ha luchado demasiado, la necesitamos”.