Bogotá. [AFP]. El encierro contra la COVID-19 ha cambiado, al menos temporalmente, los hábitos de millones de seres humanos, aunque de modo distinto para mujeres y hombres, que no viven de la misma forma este periodo de aislamiento en casa.
“El confinamiento tiene significados diferentes para un hombre que para las mujeres, que hemos estado confinadas por siglos”, dice la pionera del feminismo en Colombia, la franco-colombiana Florence Thomas, en una entrevista con la AFP.
Pero el encierro de varias semanas o meses ha sido “dramático” para muchas de ellas, porque con frecuencia el hogar es el epicentro de la violencia en su contra, agrega esta profesora de psicología social y exdirectora de la facultad de psicología de la Universidad Nacional de Bogotá.
En Colombia, la línea de emergencia para denunciar casos de violencia intrafamiliar ha recibido un 175% más de llamadas desde el inicio del confinamiento, el 25 de marzo, “casi tres veces más que los 1.595 casos reportados durante el mismo período de 2019”, según la vicepresidencia, que se encarga de temas de género.
Escritora y fundadora, en 1985, del Grupo de Mujeres y Sociedad para defender la causa feminista en Colombia, donde vive desde 1967, Thomas sostiene que “para los hombres (el aislamiento) debe ser muy duro también, porque es nuevo”.
Pero esta madre de dos hombres, “hija simbólica” de Simone de Beauvoir y “caballera” de la Legión de Honor ve “efectos positivos” en la cuarentena, especialmente porque ha generado “consciencia” sobre la importancia del trabajo doméstico no remunerado.
A continuación los principales extractos de la entrevista.
¿Cuál es el impacto del confinamiento para las mujeres?
Ha transformado mucho la vida de las mujeres, de los hombres también, pero (...) el confinamiento tiene significados diferentes para un hombre que para las mujeres, que hemos estado confinadas por siglos.
Justo cuando empezamos a salir, justo cuando conquistamos la calle, el bar, la noche, etcétera, nos dicen: “¡No, adentro!”. Evidentemente era absolutamente necesario que nos confináramos, pero hay una sensación distinta cuando nos devuelven al ámbito doméstico, al interior.
También las mujeres (...) de 77 años como yo, tienen un poquito menos aprendizaje de las tecnologías. ¡No se imaginan lo que sufro! Doy clases a estudiantes de medicina (...), para mí es un calvario hablar, por estos medios, a una pantalla. ¡Ojalá no sea el mundo del futuro!
¿Es más difícil para ellas que para los hombres?
Para los hombres debe ser muy duro también, porque es nuevo. Los hombres han “poseído” el afuera toda su vida. A diferencia de las mujeres, los hombres han sido los que hablan, los que se escuchan, los que están en la calle. Por supuesto ha habido mujeres que no han sido confinadas. ¿Pero cuántas? Está la Eloísa de Abelardo, inclusivo la María Magdalena del Evangelio. Hay mujeres que han sido desobedientes como (....) Simone de Beauvoir, quien es la mujer por excelencia del afuera: ella escribía en los bares.
Y cuando hoy en día empezamos a tener voces, con el #MeToo por ejemplo, cuando ya nos escuchan un poco más, nos vuelven a decir: “¡Cállense y quédense juiciosas adentro!”. Quizás no todas las mujeres lo sientan como yo, pero soy de una generación que ha luchado para estar en la calle, que ha luchado para tener voz, que ha luchado para poder ir a ‘rumbear’ (salir de fiesta) sin tener que estar acompañada por un hombre.
¿El encierro tiene otros efectos negativos?
Para las mujeres ha sido dramático el hecho de que tienen mucho menos acceso a cosas absolutamente indispensables para ellas en el ámbito de la salud, como (...) el aborto. Pero tal vez, antes del aborto, la violencia: la violencia intrafamiliar se ha triplicado. No hubo políticas, pedagogía para que las mujeres entiendan que deberían seguir teniendo los mismos derechos en cuanto a su sexualidad, en cuanto a los embarazos no deseados.
¿Pero la sociedad puede esperar consecuencias positivas?
Seguramente habrá algunas cosas positivas como cuando vemos, por ejemplo, que los hombres han tenido que entender lo que significa la economía del cuidado: la entrega de horas no remuneradas a la limpieza del mundo, al bienestar del mundo, al cuidado de los otros, de las otras.
¡Las mujeres han dedicado su tiempo a limpiar el mundo (...) desde hace siglos! Y creo que los hombres han tomado un poco de conciencia sobre esto. Incluso mi hijo Nicolás, quien, al tercer día del confinamiento, me llamó y me dijo: “Madre, ¿cómo se limpia un baño?”. ¡Creo que sí, hay cosas positivas!