Miriam, una mujer de 87 años decidió, junto a su familia argentina, dejar la vida rutinaria que tenía en la ciudad para aventurarse a viajar sobre ruedas en un bus que convirtieron en su nuevo hogar.
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“Me convencí sola. Sin pedir permiso me subí a esta aventura”, cuenta esta abuela de 5 nietos a Infobae. Ella, junto a su única hija y su yerno, comparten todo un autobús de 13 metros de largo y 2,5 de ancho, que antes era usado para el transporte público.
‘La Chimuela’, como le llaman sus nietos al vehículo y en referencia a la película ‘¿Cómo entrenar a tu dragón?’, tiene espacio para todo. Los ambientes están divididos en una cocina completa, sala de estar y comedor, una habitación para la pareja, otra para Miriam y las camas de los hijos. Todo dividido en 32 metros cuadrados.
Martín Gauna, el yerno de Miriam se enteró de este estilo de vida de casualidad. Un día, estaba descansando junto a su novia, María Teresa, y encontró en internet un documental de los Zapp, esta familia -también argentina- que viaja por el mundo en un auto de 1918 desde el año 2000.
“Estábamos en la cama, queríamos despejarnos después de un día laboral estresante. Y encontramos una entrevista donde ellos contaban su travesía. Al principio estaba escéptico, descreído, hasta que su relato nos atrapó”, cuenta Martín al medio.
En un principio, la abuela se negó rotundamente cuando la pareja le propuso esta idea por primera vez. “Me parecía una idea loca. No entendía por qué querían dejar todo lo logrado para perderse por ahí”, señaló Miriam.
La pareja estaba cansada de la vida rutinaria de la ciudad. Pagar las cuentas, realizar eventos sociales, etc. “El ritmo era sistémico, no había mucho tiempo para pensar o planificar. Siempre estábamos bajo algún tipo de presión, como si se tratara de una carrera”, comenta.
A pesar de la negativa de la abuela, la pareja decidió llevar a cabo el plan de organización de lo que sería su nueva vida. Esto le tomó aproximadamente tres años. Empezaron vendiendo todo lo material: la casa, los muebles, los juguetes de los chicos, etc.
A partir de ello, migraron también su trabajo y el estudio de los chicos a remoto. “Sin prever esto vino después con el encierro por la pandemia de COVID-19″, recuerdan.
Teniendo el bus en sus manos, empezaron a diseñarlo para convertirlo en su nueva casa. “Cuando lo vimos estaba con su diseño original de butacas, las quitamos y empezamos a idear nuestra casa”, explica Martín.
La pareja instaló paneles solares para tener corriente eléctrica y una tubería para agua potable. “El resto es como una casa común, con sus electrodomésticos, televisores y computadoras”, cuentan.
Martín cuenta que no solo cambiaron el estilo de vida, sino que sienten que ahora la disfrutan más. Aseguran que sus gastos se disminuirán en un 60%. “Gastamos en combustible, dos planes de teléfonos, comida… y algún imprevisto”.
El 11 de diciembre salieron de Santa Fe con rumbo a Sierra de la ventana. “Cuando el contexto sanitario esté más controlado queremos cruzar las fronteras por el norte del país. La abuela aún no ha visitado destinos internacionales. La próxima parada segura es Ushuaia”, aseguran.
Por su parte, Miriam ya no quiere volver a su vida anterior. Está fascinada, cuenta. “Todas fueron ganancias”.
“No conocía este tipo de vida nómada, sin prisa ni tiempos agitados”, le explicó al medio. “Es lindo poder vivir nuevas experiencias a esta altura de la vida”.