Las tensiones del día a día, las exigencias económicas y el perfeccionamiento profesional tienden a afectar el estado emocional de la gente. Sin embargo, estos desequilibrios no solo perjudican la vida personal, sino también en el trabajo.
Según especialistas en psicología, la ira y el llanto son emociones humanas que, por lo general, surgen frente a una situación amenazante. Sin embargo, dejarlo aflorar en el trabajo puede truncar el éxito profesional, pues las empresas buscan colaboradores emocionalmente sanos y con capacidad de autocontrol, ya que si esto no ocurre la productividad y el ambiente con los compañeros pueden verse alterados.
SOLUCIÓN
La mayoría de veces, llorar o enojarse no se da por un hecho específico que nació en el momento, sino por el acumulamiento de eventos que le disgustan al trabajador. Por eso, lo ideal es que las personas tengan confianza con sus jefes, o bien con sus compañeros, y puedan expresar lo que sienten.
Para ello, las empresas deben crear espacios donde todos sean escuchados. Pueden hacer reuniones semanales o actividades no laborales (paseos a centros de esparcimiento) y ahí preguntarles cómo están o qué les molesta.
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El enojo y el llanto son estados que no deben ser sancionados, ni prohibidos. La única condición es que la persona no pierda el control e incomode a los demás.
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