En este proceso se dan diversos cambios fisiológicos que podemos identificar. Foto: Istock.
En este proceso se dan diversos cambios fisiológicos que podemos identificar. Foto: Istock.

Al sentir hambre, que es una sensación física incómoda y a veces dolorosa cuando se necesita recibir alimentos para cubrir sus necesidades de energía, nuestro cuerpo registra cambios.

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Con el estómago vacío este segrega la hormona ghrelina y ella le transmite al cerebro la necesidad de comer y estimula el apetito.

Y una vez que hemos comido el estómago segrega leptina, una hormona producida por las células grasas, y en poco tiempo el cerebro confirma que el organismo ya está saciado y desaparece el hambre.

Más allá de ello, al tener hambre nuestro cuerpo muestra:

  • Sensación de vacío

El estómago se contrae. Se escuchan ruidos y a veces sentimos retortijones y dolor.

  • Perdemos fuerza

Al consumir las reservas de glucosa, que nos dan energía, el cuerpo se siente cansado y baja nuestra concentración.

  • Metabolismo lento

Se descomponen proteínas de músculos y grasas en busca de la energía que pide el cuerpo, y en general somos más lentos en nuestras acciones.

  • Molestia y estrés

Nos irritamos y algunos se deprimen porque se eleva en la sangre el cortisol, hormona generada por las glándulas suprarrenales, lo que reduce los niveles de los neurotransmisores dopamina y serotonina, y lleva a sentirnos enojados.

DATITO

Aunque sentir hambre es positivo, porque el cuerpo nos recuerda que debemos alimentarnos, el hambre crónica -es decir, pasar hambre en forma continuada y con la ingesta de escasos nutrientes y calorías- afecta severamente al organismo, pues debilita el sistema inmunológico, retarda el crecimiento y desarrollo y provoca anemia, infecciones y enfermedades cardiovasculares.

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