POR ESTEFANY VALLADARES
Vivió por muchos años en un cerro de La Victoria y fue ahí, inculcado por sus padres, que aprendió a ganarse cada céntimo que se guardaba en el bolsillo. Alejandro de la Cruz (61) es el ‘rey de la cebolla’, en el mercado minorista Tierra Prometida de Santa Anita, pero además es profesor de Historia en colegios e instituciones preuniversitarias. Sus alumnos lo respetan, al igual que sus clientes, a quienes hasta yapa les da.
“Desde jovencito le ayudaba a mi papá a vender cebollas, luego estudié Ciencias Sociales porque quería ser historiador, pero hubo una crisis en el negocio y tuve que hacerme cargo de él. Sin embargo, jamás dejé de enseñar”, recuerda el profesor, quien está en pie desde las 4 de la mañana en el mercado, y en las tardes acude a las aulas del colegio Montserrat en Los Olivos, y de una academia preuniversitaria de Lima Este.
Sin embargo, este comerciante tiene una razón más poderosa para trabajar todos los días sin descanso: su hija de 13 años. “Soy papá soltero desde que su mamá se fue a trabajar a provincia. Fue muy difícil para mí porque siempre soñé con tener una familia. Yo vivía por ellas, pero, bueno, no funcionó”, explica con cierta nostalgia.
Además, agradece a sus padres y a la abuela materna de la menor porque siempre están pendientes de su hija preadolescente. “Ser padre me cambió la vida, ella vino con un pan bajo el brazo, felizmente somos superamigos y compinches”, sonríe.
“Ella me pone al día de las jergas de los chibolos y me controla. Me pregunta a dónde voy y a qué hora llego a la casa”, cuenta este papito, que confiesa haber aprendido a decir algunas palabritas en inglés (que repite su hija), como ‘Oh my God’ (Oh mi Dios).
Así como es el mejor amigo de su niña, lleva más de treinta años siendo consejero y guía para sus alumnos. “Ellos saben que soy su pata, su brother, pero siempre con respeto. Claro, las chapas nunca faltan, me llaman Jackie Chan, Superman, Shaolin”, revela el ‘profe’. Esa paciencia y empatía también las traslada a su puesto de cebollas en Santa Anita.
Como profesor, no duda en afirmar que la educación virtual en pandemia ha sido un fracaso y ahora todo está en la cancha de los profesores. “Veo a muy buenos alumnos que ahora les cuesta adaptarse. Definitivamente la educación ha retrocedido de forma abismal. Tenemos que ir entusiasmados a enseñar y ¡darlo todo!”, sostiene.
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