Las madres saben que dar de lactar a su bebé genera un lazo de puro amor con él, además que su leche es el alimento más completo que su hijo puede consumir. Pero, ¿qué pasa cuando crece y llega el momento de quitarle el pecho?
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Giovanna Valdespino, jefa de Programas Preventivos de Sanitas, explica que este proceso debe realizarse de forma paulatina y gradual, considerando las necesidades emocionales de la mamá y del bebé, para que la transición sea tranquila.
En realidad, el destete empieza con la primera papilla. A partir de ahí, la lactancia va disminuyendo hasta desaparecer. Este proceso dura entre dos y tres años.
“En ese momento el bebé empieza su alimentación complementaria. Por ejemplo, le das una fruta, puré o verdura en lugar de darle de mamar. Ahí ya te ‘saltaste’ una toma sin darte cuenta. Y así se irán aumentando los saltos de tomas, mientras tu pequeño va creciendo y se alimenta más”, aconseja la experta.
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EL TRUCO
El truco está en que no le ofrezcas tu pecho si no lo ha pedido, pero cuando lo haga no se lo niegues porque si lo haces se pondrá más insistente y empezará el ciclo del llanto, te jalará la ropa y hará berrinche.
Este proceso a veces acaba de golpe, otras veces el pequeño pide solo en la mañana y en la noche, o solo en la noche y sin que te des cuenta ya no lo hace más.
Es importante recalcar que no existe una edad exacta para que el niño deje el pecho, este proceso empieza a los seis meses. Dependerá de cada pequeño prescindir de la lactancia.
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¿Cuántas veces has visto a tu hijo o te avisaron de la escuela que mordió, pateó o le pegó a otro pequeño con el que estaba conviviendo? Tal vez fue una o más veces, pues este tipo de conductas agresivas suelen presentarse entre el primero y el tercer año de edad.
Cuando los niños entran a la etapa de toddlers se están dando cuenta que son individuos, es decir, pueden mostrar lo que sienten, lo que les gusta y lo que les enoja, pero aún no tienen la capacidad de autorregularse.
Además, aún no entienden por completo las reglas sociales, no han desarrollado el lenguaje ni las habilidades para la resolución de conflictos, y lo más importante, aún no entienden cómo sus acciones pueden afectar a los demás. Las emociones prevalecen sobre sus habilidades de pensamiento.
Las conductas agresivas (empujones, mordidas, rasguños, patadas o manotazos) son su forma de liberar la energía generada por las emociones cuando las cosas no están siendo como a ellos les gustaría (que por cierto en los niños pequeños es muy seguido), porque algo les molesta, o porque se sienten abrumados, sobreestimulados o cansados, explica Karen Zaltzman, Pedagoga especializada en Crianza Consciente es su publicación en ‘Naran Xadul´.
¡Sé su guía en las emociones!
Para ayudarle a tu hijo a entender el mundo que lo rodea y así reducir estas conductas, necesitas de mucha paciencia y tiempo. Recuerda que también está aprendiendo de ti al ver cómo manejas tus emociones.
Así que antes de reaccionar de forma explosiva ante la conducta agresiva de tu hijo, mantén la calma, respira profundamente si es necesario.
Mientras te regulas, el primer paso es entender qué está comunicando la conducta: pegó porque está enojado o emocionado. En función a lo que busca comunicar, pon un límite claro y constante con una voz neutral.
Después, dale una alternativa para expresar su enojo o frustración, siempre teniendo en cuenta lo que buscaba comunicar, pues no va a ser la misma alternativa
cuando le pegó al perro porque quería jugar con él, que cuando te pegó a ti porque no accediste a darle otra galleta.
También cuida que tu hijo tenga cubiertas todas sus necesidades, ya que el hambre, el sueño o el cansancio pueden favorecer estas conductas agresivas.
Finalmente recuerda que lo que ves en tu peque es su mejor versión: no es un niño malo ni agresivo, sino un peque que está en proceso de aprender a regularse.