Durante la misa nos ponemos de pie, nos arrodillamos, nos sentamos y también somos invitados a realizar una serie de gestos corporales que no son meramente ceremoniales, sino que tienen un significado muy profundo: la señal de la cruz, el saludo de la paz, la venia al recibir la comunión.
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Sin embargo, existen otras posturas que intensifican nuestra oración en la misa. Una de ellas es la de los golpes de pecho.
Son tres y se hacen durante el ‘yo confieso’ al formular las palabras ‘por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa’.
Esta demostración de arrepentimiento y de humildad nos hace tomar conciencia de que nuestro pecado es nuestra culpa y no de otros, y que necesitamos de la redención para el perdón de nuestros errores.
“A menudo sucede que, por temor o vergüenza, señalamos con el dedo para acusar a los demás. Cuesta admitir ser culpable, pero es bueno confesarlo con sinceridad”, manifestó el papa Francisco al enseñar el significado de esta fórmula.
El tres significa la totalidad. No es casualidad que los serafines adoraran diciendo: ‘santo, santo, santo’.
El número tres o una mención hecha tres veces en la Biblia simboliza una oportunidad divina con mucha relevancia.
También se nos muestra en la pasión de Cristo, Jesús cayó tres veces y tres veces se levantó, y Pedro negó a Jesús tres veces y, al darse cuenta de que había negado a su maestro, se arrepintió.
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Según la definición del Cambridge Advanced Learner’s Dictionary & Thesaurus:
Golpearse el pecho es ‘demostrar lo triste o culpable que se siente de forma evidente o pública’.
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