Hace muchos años, cuando no se habían inventado los aviones o los autos, existía un medio de transporte especial.
Era un tren, pero no un tren cualquiera, con este tren se podía ir a muchos lugares del mundo, pero también llegaba a sitios imposibles de visitar para los trenes normales.
Por ejemplo, iba al país de las golosinas, en el que era posible encontrar todo tipo de dulces y caramelos, hasta los más exóticos. Al país del algodón, un territorio cubierto únicamente por esta fibra textil y en el cual se podía saltar sin peligro a golpearse, pues su piso era bastante blando. Al país de los cuentos, en el que sus habitantes contaban todo tipo de historias y leyendas a los visitantes. Al país de las flores, en el que en cada rincón había cientos de flores de todo tipo. Sin embargo, su visita no era recomendada para los alérgicos.
El boleto no era fácil comprarlo, ya que las hadas se lo daban a quienes se lo merecían. Ese tipo de personas debía cumplir tres condiciones: anhelarlo con todas sus fuerzas, compartir todo lo que tenían con los demás y tocarse la punta de la nariz con el dedo gordo del pie izquierdo. Si una persona cumplía esas tres condiciones, tenía la posibilidad de viajar en el tren las veces que quisiera y al lugar que deseara.
En una zona muy lejana de España, vivía Pedro, él era un hombre muy rico. Él nunca había viajado en el tren, pues jamás lo había deseado, ya que tenía un gran poder adquisitivo heredado de su padre. Un día, antes de morir, su padre le contó que viajó en ese tren y así logró ir al país del oro, por eso tenía mucho dinero.
Pedro, un hombre demasiado ambicioso, vio la oportunidad de acumular más riqueza y por primera vez en su vida decidió anhelar con todas sus fuerzas viajar en el tren. Pese a ello, no era suficiente con eso, puesto que tuvo que entrenar durante casi dos meses para tocarse la punta de la nariz con el dedo gordo de su pie izquierdo. Además, fue necesario compartir su riqueza con todos los habitantes del pueblo, a pesar de que no quería.
Cumplió las condiciones y logró acceder al tren. Fue al país del oro. Pedro consiguió su objetivo y regresó al pueblo con sacos repletos de oro y fue tan imprudente, que le dijo a la gente cómo lo había conseguido. De pronto, todos quería viajar en el tren para ir al país del oro y ser ricos.
A las hadas no les agradaba eso, pues se estaba comenzando a promover el egoísmo y la envidia en la Tierra.
Un día, las hadas se hartaron por completo y destruyeron el tren para que nadie más viajara en él. Aun así, su corazón era tan, pero tan bueno, que le dieron el regalo de la imaginación a cada ser humano, ya fuese niño o adulto, para que lograse viajar al país de sus sueños.