Si de algo debemos sentirnos orgullosos es de nuestro pasado incaico, que se levantó como un gran imperio y fue la civilización más importante de toda América del Sur, antes de su descubrimiento por parte de los europeos.
Su territorio denominado Tahuantinsuyo conquistó y abarcó, entre los siglos XV y XVI, los actuales países de Colombia, Ecuador, Bolivia y Chile, teniendo siempre como capital la ciudad del Cusco.
Aunque fue subdividido por el inca Pachacútec en cuatro suyos: Chinchaysuyo, Antisuyo, Contisuyo y Collasuyo, el imperio en conjunto dejó una profunda huella que se aprecia hasta nuestros días a través de:
Un innovador sistema de construcción. Las piezas que componen las paredes incas no están unidas por ningún tipo de cemento, se basan en un sistema de acoplado tan efectivo que permite que aún se mantengan en pie.
El quechua. Lo llegaron a hablar más de 10 millones de personas en la región andina.
La alimentación y su conservación. Las carnes se secaban al sol y con ellas se preparaba el charqui, ya fuese de llama, venado o carnes de aves.
Machu Picchu. Luego de ser declarado una de las siete maravillas del mundo en 2007, se convirtió en uno de los lugares más visitados del planeta. Su nombre significa ‘Montaña vieja’ y los historiadores creen que los incas lo habrían usado como un santuario para venerar al Sol.
La medicina natural. Gracias a nuestros antepasados hoy se tiene un mayor conocimiento del uso de plantas y hierbas curativas como la coca, el llantén o la ruda.