Así como el mal estado nutricional de una madre gestante pone en riesgo la salud del bebé, un estado emocional negativo, también. Una mujer embarazada expuesta a problemas como abandono de su pareja, rechazo de su familia o serios problemas económicos provocará en ella un estado de depresión, ansiedad y tristeza, que -científicamente está comprobado- afecta el desarrollo físico del feto.
Rommy Ríos, enfermera especialista en desarrollo infantil temprano, señala que una gestante deprimida segrega hormonas que no son adecuadas para su estado y que pueden ocasionar daño en el cerebro del bebé. Además, “aumenta la posibilidad de un parto prematuro y que el niño nazca con bajo peso. Eso lo expone a futuros problemas de desarrollo, desnutrición crónica o anemia, que a veces se evidencian en la etapa de la adolescencia”.
LACTANCIA
Una madre deprimida no está motivada para dar de lactar, afectando directamente ese primer vínculo afectivo entre madre e hijo. Incluso, hay casos en que las mamás, por un fuerte estado de estrés o depresión, dejan de producir leche materna que perjudica directamente la alimentación del recién nacido.
¿QUÉ HACER?
Ante un cuadro de depresión es necesario que la gestante mitigue los factores externos con el apoyo, primero de su pareja, de no ser así, de la familia o, por último, de sus amistades más cercanas. Alejarse del círculo tóxico, motivarse a salir adelante, realizar actividad física o recreativa y rodearse de gente positiva le ayudarán a mejorar su estado emocional y a cuidar la salud de su bebé.
SABÍAS QUE
Si la madre sufre ansiedad o depresión durante el embarazo, tiene más riesgo de que sus hijos nazcan con bajo peso, un factor que predispone a una mayor mortalidad.
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