
Cuando en tono de crítica escuchamos decir de alguien que ‘se le subieron los humos a la cabeza’, nos encontramos ante una expresión que se refiere a una persona que se comporta con altivez, vanidad, presunción o engreimiento.
Se suben los humos a la cabeza cuando, en una forma coloquial, se expresa que alguien actúa con ‘vanidad o engreimiento’, señala la Real Academia Española (RAE).
Tras la expresión, que en otros países con el mismo significado se enuncia como ‘tener muchos humos’, posee dos posibles orígenes, ambos bastante lejanos en el tiempo.
Unos señalan que se originó en el siglo XVII, en Europa, cuando la cantidad de chimeneas de una casa —y por lo tanto de los humos que salían de un inmueble— era signo de riqueza y distinción de quienes ahí vivían.

Y es que, mientras más chimeneas y humos salieran, más ambientes tenía la vivienda.
Por tanto, a quien se le ‘subían los humos’ era a los presumidos.
Otra teoría apunta a un origen en la civilización romana (VIII a. C. al IV d. C.), al ser entonces costumbre venerar los bustos de los antepasados, a los que se colocaba velas encendidas.
Así, los bustos más manchados por el humo de las velas eran los más venerados. Y, por lo tanto, tener humos en la cabeza era un símbolo de distinción que los soberbios quisieran tener.
DATITO
Tener ‘humo en la cabeza’ significa, como ya dijimos, ponerse soberbio por algo que hicimos o tenemos; pero también define a la sensación de confusión o falta de claridad mental causada por la falta de oxígeno al cerebro o el estrés. Un ejemplo: ‘Estoy tan estresado por el trabajo que parece que tengo humo en la cabeza’. Dependiendo del contexto, ‘humo en la cabeza’ tendrá uno u otro significado.