Su frescura y criollismo al hablar no te hace imaginar que sea sacerdote. Sus cabellos despistan aún más, pero basta conversar dos minutos con él para darse cuenta de que es un hombre consagrado a compartir la palabra de Dios. Félix Kwabla Ghalley Nyamadzi es un clérigo ghanés que lleva 13 años oficiando misas en Punta Negra.
¿Por qué dice que aquí, debajo de un árbol de este parque, es su oficina?
Aquí converso con la gente. Varios ven con respeto al templo (iglesia) pero los asusta y no se animan a acercarse. Aquí hablan conmigo con confianza. Además, en este lugar no pagamos aire acondicionado, es gratis (risas).
¿Aquí confiesa a los feligreses?
No, pero algunas veces lo he hecho a pedido de ellos mismos. También he confesado en la playa, en época de invierno, claro.
No es común ver a un cura con trencitas...
Es parte de mi cultura. En Ghana, el cabello es el florecimiento del alma, por eso cada vez que lo corto, las mechas se las entrego a mi familia o mis amigos. Es tan importante que si yo muero en Perú, mi familia solo pedirá mis uñas y mi cabello.
¿Ha recibido críticas de otros sacerdotes?
No, expliqué el valor de mi cultura y lo han entendido. Además, mi cabello es natural, crece así. No uso ceras ni químicos.
¿Alguna vez ha sido víctima de racismo en nuestro país?
Varias veces, pero no lo tomo en cuenta. Lo primero que piensan al verme es que soy fumón. En la combi, a veces hasta se cambian de asiento. La primera vez que tuve que oficiar un matrimonio en la iglesia de Punta Negra, un invitado llamó a la policía para que me saquen, creyó que era drogadicto. Cuando me puse el hábito, se quedó sorprendido. Ahora somos amigos.
¿Por qué decide venir a Perú?
No lo pedí. Es más, no sabía casi nada de este país, pero me mandaron a hacer misión aquí y le agradezco a Dios. Llevo 13 años y me siento peruanazo.
¿Le fue difícil aprender español?
Estudié seis meses aquí, pero no me sirvió. Cuando viajaba en la combi, no entendía nada de lo que decían. Una vez escuché que dijeron ‘pa’quí’, busqué por una hora esa palabra en el diccionario y no encontré el significado. Luego me dijeron que eso significa ‘para aquí’ (risas).
¿Ahora domina el idioma?
Sí, es que me fui a La Victoria y al Callao a aprender. Si quiero llevar la palabra del Señor, tengo que entender la forma de hablar de los feligreses.
¿A qué edad descubrió su vocación?
A los siete años. A esa edad fui acólito y ahí decidí que sería sacerdote para hacer misas con mucha energía y no serias.
¿Y así son sus misas?
Claro, las canciones tienen que ser alegres porque sino, no pega en la gente. Aplaudo y bailo para que no les pese haber venido a misa.
Entonces, ¿usted baila?
Sí, me encanta la música. Sé bailar salsa, merengue, huaino, música negra, solo me falta aprender marinera.
¿Está permitido que un sacerdote baile?
La sociedad impone al sacerdote conductas estrictas. Recuerdo que luego de un matrimonio bailé con la novia, y en menos de una hora un superior me llamó al celular y preguntó ¿Qué estás haciendo? Bailando, le dije. No pasó nada porque no bailé reguetón, perreo ni hice nada malo.
¿Un padre puede ir a fiestas?
No voy a fiestas, pero sé que cuando un sacerdote está presente en una celebración, la conducta de las personas cambia, y para bien. Algunos quieren que se vaya el padre (risas).
¿Tiene alguna carrera?
Estudié Filosofía y Teología en Francia. Tengo especialización de estudios de la Biblia y en Educación. He sido profesor en idiomas, porque hablo tres idiomas: inglés, francés y ahora castellano.
¿Practica deporte?
No puedo vivir sin hacer deporte. Yo juego frontón, fulbito, básquet, vóley, tenis y pimpón. Hago deporte tres veces por semana.
¿Alguna vez se enamoró, tuvo novia?
No, yo me enamoré de Dios. (Milagros Laura)
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