Ante la intención de expropiar la Quinta Heeren, que es Patrimonio Cultural de la Nación desde 1972, podemos recordar que hechos y personajes se asocian a este conjunto de casonas de la cuadra 12 del jirón Junín, en el corazón de Barrios Altos, en su momento una zona aristocrática del Cercado de Lima.
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Esta joya arquitectónica de pisos altos y bellos ventanales se construyó de quincha en la década de 1880 por el comerciante alemán Óscar Heeren (1840-1919) y de ahí su nombre.
Originalmente se le llamó Quinta del Carmen por su cercanía a la iglesia de la Virgen del Carmen, la Quinta Heeren -de estilo austro-húngaro con influencias neoclásicas e inspirada en el parque Monceau de París- fue desde un inicio un oasis de elegancia y tradición en la capital, recuerda el historiador Juan Orrego.
Plazuela de la Quinta Hereen.
Sobre un área de 36 mil metros cuadrados, con una plazuela y una bella pileta, la Quinta Heeren -cuyo valor histórico, arquitectónico y urbanístico nadie discute- tuvo un zoológico donde, se cuenta, hubo jirafas, elefantes, auquénidos y un cóndor que fue atropellado por un tranvía en 1940, refiere el arquitecto Héctor Velarde en su libro ‘Itinerario de Lima’.
A principios del siglo XX, la Quinta Heeren albergó a las embajadas de Japón, Bélgica, Alemania, Francia y Estados Unidos.
DATITO
José Pardo y Barreda (1864-1947), presidente del Perú entre 1915 y 1919, y yerno de Óscar Heeren, pasó a la muerte de este a ser propietario de la Quinta Heeren, donde su hijo José Pardo Heeren (nacido en 1903) estuvo viviendo hasta muy avanzada edad, refiere el abogado Marco Gamarra.
Varias de las viviendas del complejo arquitectónico pasaron a alquilarse, hasta hoy, y en su momento acogieron jaranas con grandes músicos criollos.
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