
Durante el imperio de los incas, toda la población debía mantener limpios sus cuerpos, ropas y casas. Por orden del inca, todos eran instruidos desde temprana edad en el estricto aseo corporal y de su vestimenta.
Con ese fin, un llaqtacamayoc o jefe vecinal visitaba a las familias para verificar la limpieza de las personas, así como las de sus casas y campos de cultivo, que además debían estar ordenados.
A quienes estaban sucios se les obligaba a bañarse y, según el cronista Guamán Poma de Ayala, se les castigaba con ‘cien azotes con una huaraca’.
Garcilaso de la Vega confirma que los inspectores revisaban la limpieza de todos en casa, incluso de adornos y utensilios, ‘y a los que hallaban aliñosos premiaban con loarlos en público, y a los desaliñados castigaban con azotes en brazos y piernas o con otras penas que la ley mandaba’.

Y es que no había excusa para estar sucios, ya que represas, canales, acueductos, fuentes y cochas (lagunas) surtían de agua a la población en forma permanente, tanto para beber como para cultivos y asearse.
El aseo se realizaba con agua limpia y un preparado con cenizas de maíz y plantas hacía de jabón. Y ello no solo por cuidar el aspecto personal, sino también para evitar enfermedades y cuidar la salud de la población.
DATITO
De ser posible, los monarcas incas se bañaban en aguas termales que, originadas de volcanes, tenían además propiedades medicinales y reparadoras. No solo empleaban preparados de maíz como jabón, sino también plantas aromáticas y ungüentos que los mantenían frescos y limpios por horas.
Además, establecieron ceremonias religiosas como, según Sarmiento de Gamboa, la fiesta de ‘situa’, en que a medianoche, con antorchas, la gente se bañaba para estar limpia ‘de toda enfermedad’.