Jessica Tapia ya no vive en el Perú, pero muchos están interesados en saber de ella, su matrimonio y su maternidad. Después de varias semanas de angustias y preocupaciones, la periodista y conductora Jéssica Tapia por fin respira con tranquilidad, pues su hija Lima Mary, fruto de su relación con el norteamericano Steven Dykeman, salió de la Unidad de Cuidados Intensivos y ya se encuentra en casa, sanita y feliz.
Jessica, ¿cómo vives esta nueva etapa? Tenías el sueño de ser madre desde hace mucho tiempo y se cumplió...
Estoy con las emociones a flor de piel. La maternidad cambia todas tus prioridades. Uno lo escucha siempre, pero hasta no vivirlo, no te das cuenta del verdadero impacto. Vives para ese ser pequeñito.
¿Cómo fueron tus días mientras Lima Mary permanecía en Cuidados Intensivos?
Fueron días de angustia y físicamente agotadores. Justamente me había despedido de Univisión para llevar el último mes de gestación con tranquilidad y, cómo es Dios, eso me dio la disponibilidad para estar en el hospital de 6 de la mañana a 8 de la noche, sentada en mi silla, mirándola, cuidándola y alimentándola.
¿Fue un gran apoyo tu esposo?
Sí, además estuvo el mayor tiempo posible con nosotras.
¿Y en algún momento pensaste en lo peor?
Solo el día en que recibí la llamada diciéndome que ‘corra’ al hospital, que ni siquiera espere que mi esposo salga del trabajo. La enfermera llamó a casa diciendo que mis análisis arrojaban que tenía colestasis (es cuando la excreción de la bilis del hígado se interrumpe y se presenta en el último trimestre del embarazo, dañando al bebé) y que uno de los riesgos era que mi bebé pudiera morir en mi vientre de manera repentina.
Qué noticia tan dura...
Sí, me puse a llorar. Fue justamente un mes antes del parto. Y tras 8 tratamientos de fertilidad y haberla sentido crecer por 8 meses, era una pesadilla. Sin la voz serena y oportuna de mi esposo, no sé qué hubiera hecho. Estaba desesperada.
Felizmente ahora está en casa, con ustedes...
Es lo máximo. Steven y yo estamos felices, pues cada día Lima se hace más fuerte. Pero como aún está muy chiquita, el pediatra recomendó no sacarla de casa hasta fin de mes, así que estoy atrapada en casa con ella, ja, ja, ja. Y obviamente fascinada de ver cómo duerme 22 horas del día. Le tengo envidia.
(J.V.)
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