Una mañana de un martes cualquiera, decidí buscar en el barrio de Los Pilares, en el Callao, a un jugador que había sido figura en Atlético Chalaco. Se trataba de don Óscar Arizaga, defensa central del ‘León Porteño’, también defendió los colores del Deportivo Municipal e integró de la selección peruana que nos representó en el Mundial de España 82.
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Encontré un tipo divertido, con la respuesta precisa en el diálogo. Nos fuimos a tomar una gaseosa en una bodega ubicada a dos casas de la suya y allí inicié la entrevista. Ese día su primera respuesta fue impresionante, propia de un callejero como él.
Mi pregunta fue: ¿José Soto, Miguel Rebosio o don Óscar Arizaga?
Los dos primeros estaban en su mejor momento en nuestro balompié y la respuesta de mi entrevistado fue espectacular: ‘Ellos están en la Reniec, yo en Fifa.com’ y reí de buena gana.
El tiempo me hizo ir a entrevistarlo muchas veces, pero también llegue a su casa de visita. Era un filósofo de la calle que se vacilaba de él mismo. Una vez me dijo cuando le avisé que estaba en su puerta: ‘Bienvenido a la Embajada de Nigeria’ y soltaba su carcajada.
Nació un afecto entre nosotros, debe ser el único futbolista de sus tiempos a los que lo llamaba ‘Tío’ y él, de manera generosa, solía decirme ‘Palomilla’.
Solía contarme sus anécdotas y cuando quería profundizar en la historia, sonreía y me frenaba: ‘Ya pues, no seas el esposo de la rana’.
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Parado en su puerta, donde siempre iniciábamos nuestras largas conversaciones, solía anunciar a sus vecinos que habían llegado sus causas del ‘Trome’ y si pasaba una mujer agraciada, solía saludarla: ‘Buen día madam’.
Existieron mañanas que llegaba a su hogar y el tema no era el fútbol, sino la vida. ‘Acá en el puerto veo que te quieren mucho, pero nunca te sientes a meter una ‘huasca’ con un bandido. Ellos tienen muchos enemigos, de repente viene un sicario y le mete varios tiros y nadie te asegura que todas las balas vayan contra él, te puede caer una’, solía decirme.
Renegaba cuando la selección no iba bien en las eliminatorias y el destinatario de sus críticas fue José del Solar, que por esos días dirigía la selección peruana: ‘El ‘Chemo’ solo me gana en ‘pepa’ y plata, porque yo sé más de fútbol que él’, exclamaba fastidiado.
Una vez, debido a tanas jergas que usaba, le comenté: ‘Tío, tú has sido bien vago’ y volteó a mirarme molesto: ‘No digas eso causa, yo soy caminante, nada que vago’ y solo me quedó reírme.
Se autodenominaba personaje exclusivo del ‘Trome’ y su orgullo era que su frase: ‘Me como los caballos de Pizarro’, cuando el ‘Bombardero’ no funcionaba con la ‘Blanquirroja’, había sido elegida la mejor del año. ‘Estoy a nivel de Vargas Llosa’ me comentaba.
Hay mil cosas por contar, como la vez que se enteró que mi papá había partido a la eternidad: ‘Palomilla, recuérdalo siempre de la mejor manera. Te dio lo mejor, tu profesión’.
Ese era mi tío Óscar, dueño de una energía única, caminante, palomilla y buen tipo. No jugó el Mundial, pero estuvo en el banco de suplentes y me cuentan que llenaba de alegría el vestuario.
Vaya a reunirse con Dios, por algo lo ha llevado, será que ahora usted será la ‘Chochera’ del Barbón’ y si se me escapa una lágrima, diré como usted, la frase que solía utilizar, tomada de la canción del mexicano José José: ‘Cuarenta y veinte. Y no me importa lo que diga la gente’.