En el fútbol para ganar vale todo. Si no, que lo diga un entrenador extranjero que llegó a un equipo grande en los 90 y tuvo peculiares métodos para quedarse con los tres puntos. “Muchachos, tengo un equipo ganador pero nunca está demás una ayuda extra y por eso creo que debemos darle un "regalito" a los árbitros. A partir de ahora antes de cada partido cada uno dará 100 dólares. No vamos a pedir que nos favorezcan, sólo que nos arbitren bien, que no pasen por alto las faltas en nuestra contra y cosas así” les pidió el DT.
Casi todos terminaron aceptando la sugerencia, excepto cuatro. Uno de ellos contó que "antes de los viajes todos le entregaban su cuota al técnico y este apuntaba en una hoja quienes se 'matriculaban'". Los resultados y los arbitrajes fueron acompañando y el plantel entendió que su “aporte” daba frutos.
Sin embargo, un día un joven jugador del equipo fue vendido a Europa y regaló 10 mil dólares para que sus ex compañeros ya no se preocupen en aportarles a 'los de negro'. Pero, poco tiempo después, en un partido importante, un árbitro empezó a cobrar todo en contra del equipo grande y el capitán se le fue encima.
"Habla con tu entrenador", respondió el juez. Una semana después, otro referente del equipo recibió una llamada 'arbitral' con un mensaje claro. "Oye dile a tu entrenador que hace tres semanas por aquí no llega nada”. "Pero si el profe hace la colecta y un compañero dejó para todo el año", respondió el futbolista. Al juez, ligado a una institución policial, por poco le da un infarto al enterarse que la plata se la había quedado el DT y sólo atinó a decir: “Así que ese se cree vivo, no sabe con quién se está metiendo, déjame que lo vea y le meto dos balazos”, sentenció.
Al final el entrenador perdió la confianza de sus jugadores, pero extrañamente - tras esa experiencia - nunca le faltó trabajo en algún equipo. Por eso el fútbol peruano anda mal peinado y tiene el cabello sucio de la informalidad.