¡A la Policía se le respeta! Pero yo no. Nunca respeté la luz roja, siempre fui contra el tráfico y me río de las papeletas con foto. Hace poco vi el ‘ampay’ que le hicieron al ‘Chorri’ Roberto Palacios, que cayó redondito por ser ‘tramposo monse’, y mi mente regresó a 1989. En ese tiempo vivía en la villa de Alianza Lima. La rampa de la explanada de Occidente era el punto de entrenamiento de las policías femeninas motorizadas. Hacían sus piruetas, frenaban en seco, rugían sus motores y yo disfrutaba de la ropa pegadita que usaban. Estaba chibolito, sin mucho recorrido en la vida y como no había Smartphones, verlas era mi fantasía erótica.
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La mayoría de 1.75 m, con buena figura, pero, sobre todo, muy piernonas. Paradito me deleitaba con estos mujerones. Una tarde que estaba mirando dos de ellas se me acercaron y me preguntaron: “Amiguito, ¿sabes dónde está el baño?”. Emocionado las llevé hasta los servicios higiénicos. Esperé que salgan y regresé con ellas hasta la puerta de la entrada del club. La más alta, de ojitos color caramelo, con cara de ‘conejita’, me lanzó un piropo: “Qué educadito, raro en un futbolista”. Desde ese instante, no pude dormir. Era ella y punto. Cada vez me gustaba más. Irresistible con sus botas y sus muslos que resaltaban en su apretado pantalón. Se metió en mi cabeza mañana, tarde y noche.
La motorizada picó el anzuelo
Cinco días seguidos nos cruzamos y llegó el momento de lanzar el anzuelo. La invité a cenar. Salimos cuatro veces y solo me llevé besos en la mejilla. No aflojaba. Debe ser la dama que más demoró en aceptarme. Hasta que entramos a ver una película a un cine, al frente de la Plaza Manco Cápac. En plena función, arriesgué.Estiré mi brazo, toqué su hombro y me lancé a la piscina. Ella me correspondió. Nos retiramos como enamoraditos de la sala, agarraditos de la mano. La acompañé a pie hasta ‘Radio Patrulla’, porque entre la gaseosa y la canchita me había quedado en la ruina. Nos despedimos con un chape bien fogoso.
Dos días después, nos encontramos en un pub ‘Don Julio’ de La Victoria. Lo raro es que apareció con un bolsón que me tenía intrigado. Tomamos dos jarras de sangría y allí sí que se soltó. Melosa, recontramelosa, me la rapté al hotel ‘Miami’, de Lince. Allí, la eché a la camita, yo estaba recontra embalado, pero me frenó y dijo: “Espera un momentito”. Entró al baño, demoró un poco y cuando apareció lucía una tanguita negra, brasier del mismo color y llevaba puestas sus botas y su casco. Me volví loco en ‘una’. Mientras estábamos en pleno entrenamiento, me susurraba: “Señor, estaciónese bien”. Cuando le acariciaba las piernas me gritaba: “¡Oiga, le estoy pidiendo su brevete!”. Cuando quise ir por lugares prohibidos me replicó: “¡No me coimee!”. Fue una noche de total la locura.
Una noche fue a la ‘Villa íntima’, preguntó por mí y salí. Estaba vestida de pies a cabeza con su uniforme... pero esta vez con la moto. Me pidió que suba y aceleró hasta la parte baja de la rampa. Cuadró su vehículo, se puso de espaldas con los brazos abiertos y sus manos apoyadas en su ‘nave’. Y dimos rienda suelta a la pasión. Dejó que la arrestara, coimee y que me estacione mal.
Todo iba perfecto. Hablamos de convivir. Hasta que fallé. Alianza Lima organizó una kermés para recaudar fondos a favor de los niños de la institución en octubre. Esa tarde acudió mucha gente de la calle y una ricura se me regaló. Así que me interné con esa muchachita en mi cuarto del club, plan de las 4 de la tarde. Total, será cosa de un par de horas y chau, pensé. Pero no fue un ‘round’, sudé dos y nos quedamos dormidos.
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La ‘tombita’ me ampayó
En mi ‘demencia’, me olvidé de ponerle seguro a la puerta. Mi tombita, apenas acabó su servicio a las 7 de la noche, arrancó a verme. Y pasó lo que no debió pasar. Se mandó directo a mi habitación y, cuando nos vio entre sábanas, gritó como si estuviera mandando a un subalterno: “¡¡Víctorrrrr!!” Desperté al instante, como si me hubieran echado agua helada en la cara y vi cómo me apuntó con su arma.
“Ni me busques, porque te mato”, me amenazó. Hasta hoy no sé nada de su vida. Más de tres décadas, pero lo que le hice no tiene perdón. La marqué para siempre y para mal. Creo que, si me la cruzo, me dispara o mínimo me revienta de papeletas. Por eso no olviden que a la Policía se le respeta. Y si es mujer, mucho más... Son las más bravas. Nos vemos el próximo jueves…
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