Víctor ‘Vitito’ Reyes es un exfutbolista recordado por su entrega en los campos del fútbol. Sí, y también por ser protagonista principal de la vida futbolera peruana, en una época en que a los entrenamiento le seguían historias entre cervezas y salsa, y los partidos del entonces Torneo Descentralizado se continuaban con rumbas y conquistas. Hoy, ya en los cuarteles del retiro, ‘Vitito’ se entrena armando uno y otro relato a base de su memoria. Anécdotas, escenas que siguen en su cabeza y que quiere que el mundo conozca. Esta es la primera entrega, las demás vendrán todos los jueves. Empecemos.
Hola, soy Víctor Reyes, ‘Vitito’ para el mundo. Nunca fui goleador en mi carrera profesional, pero cuando anoté en la ‘selva de cemento’ me sacaron en andas. Cuando calentaba la pólvora, ‘mojaba’ más que Paolo Guerrero y Gianluca Lapadula juntos.
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En mi época de futbolista, ni siquiera un zambito dueño de la ‘10′ en Alianza Lima era mi competencia. Y eso que él era amo y señor de las portadas de los diarios deportivos de ese entonces y caserito de las vedettes.
Hoy reaparezco en Trome con mis memorias, después de muchas lunas, y les voy a contar mis vivencias para que todos, hombres y mujeres, sanos y tramposos, chicos y grandes, los podridos y las tóxicas, partidores y paños de lágrimas, las tengan presentes en su libro de la vida. Porque de todo eso y más hay en el barrio, en las calles, en la vida. Dejémonos de hipocresías y basta un rato de lo políticamente correcto que inunda las redes sociales.
MI PUNTO DE ‘PARTIDA’
En 1997, el club del moreno que les mencioné se consagró campeón después de 18 años. Él era la estrella, estaba de moda, ídolo, más que el ‘Bambino’ Lapadula. Yo me convertía en caudillo del Sport Boys. Su ‘trampita’ era una aeromoza y para verse lejos de los ‘sapos rabiosos’, su ‘nexo’ era el popular ‘Negrillo’.
Una tarde, yo conversaba con su ‘alcahuete’ en Renovación, en La Victoria, y la muchacha timbró. ‘Negrillo’ me la puso por el teléfono. La hice reír. Antes de cortar, la invité a salir al día siguiente y aceptó en ‘one’.
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La esperé en el cruce de la avenida Javier Prado con la Brasil. La verdad que estaba muy guapa. Subió a mi Mazda rojo, puse turbo mismo ‘Toretto’ y no paré hasta La Punta.
Dos cervecitas y, para no pegarla de atorrante, empecé hablando muy bien de mi colega, el ‘histórico’. También le expliqué los riesgos de estar con un chiquillo. Era recién la primera cita. Tenía que ver si había agua en la piscina antes de lanzarme.
EL HISTÓRICO SE SOBRÓ
Dos días después, le ‘robé’ besos. A la tercera salida, me hice su novio oficial. Le pedí que arregle todo con el ‘10′. Ella me lo prometió y cumplió. Un día me encontré con el delantero y me encaró.
“Me estás ‘arranchando’ una ‘geba’, pero no te botes que la llamo y verás que al toque viene con este pechito”. Yo le respondí tranquilo: “Pruébalo”. La timbró y rebotó. Ni siquiera le devolvieron la llamada. Ya le había sacado ventaja.
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La chica se me pegó. Sus padres me conocían y pedían que les presente a los míos. Imposible. Yo vivía con una damita enferma de los celos. Ojo, ella misma lo admitía, no estoy inventando ni exagerando. Si en ese tiempo hubieran existido las redes sociales, ahorita no estaría contándoles mi historia.
Pero se me prendió ‘el foquito’ para complacer a mi otra conquista. Viajé a mi tierra, Chincha, conversé con el tío ‘Lluvia’, le invité tres vinos, me lo traje bien movido a Lima y lo presenté como mi viejito. Estaba salvado por la campana.
ME ARAÑÉ, PERDÍ Y FUI NOTICIA NACIONAL
Terminé de jugar un fin de semana con la rosada y caí a la casa de mi ‘prometida’. Nos pusimos a liquidar con su hermana y enamorado. Sacó una botella de whisky y, en el primer vaso, me movió el cerebro.
Me los llevé a la peña ‘Casa Vieja’, en Miraflores. Me pegué a la botella y ya estaba de más. Mi ‘chica’ me quitó las llaves del auto y me dejó. Después, perdí la memoria. Se me borró todo el USB. Desperté cuando los mozos volteaban las mesas. Mi cuerpo me pedía cama. Yo, sin un ‘mango’ en el bolsillo.
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Recordé que la mamá de mi hijo mayor vivía en mi departamento a diez cuadras del lugar, en Roque y Boloña. Cruzando la Avenida Larco, sentí frío en uno de mis pies, bajé la mirada y me faltaba el zapato izquierdo. Ni medias tenía.
Toqué el intercomunicador y mi ex me mandó a rodar: “Esto no es un hotel, chau”. Me arañé feo, subí al segundo piso y le metí un puntapié a la puerta, la empujé y me tiré en el sofá.
Estaba en lo más rico de mi sueño cuando sentí varios clicks y flashes. Levanté la mirada y eran periodistas y policías. Me querían detener: “Esta es mi casa. Pónganme una denuncia, váyanse todos, déjenme dormir”, les dije. Seguí en lo mío.
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Al día siguiente, rumbo al entrenamiento, me paro en un quiosco y era tapa en todos los diarios: “Futbolista golpea y entra a la fuerza a casa de su ex mujer”. Llegué a la práctica y toda la prensa me hacía la guardia.
LA REPORTERA DE CÉSAR HILDEBRANDT
Yo la pegué de serio, molesto, no quería hablar con nadie. Al final, apareció una chica guapa: “Soy reportera del programa de César Hildebrandt y queremos tenerte de invitado”.
Le sonreí: “Ese tío me va a destruir”. Ella, muy coqueta, me pidió la nota allí. Se la di y cuando terminamos… la invité a salir. Me contestó furiosa: “¡Eres de lo peor!”. No perdía nada preguntando, ¿no?
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Menos mal que en ese tiempo aún no existían los smartphones ni había tantos programas de ‘ampays’. La aerolínea de la aeromoza que le quité al ‘10′, desapareció. Ya no vuela. Ella se fue a vivir fuera del país. Y al zambito ‘histórico’ le sobra calidad, sigue siendo mi amigo. Sabe que ‘partidor’ que parte a ‘partidor’ tiene cien años de perdón. O escribe su columna. Nos vemos el próximo jueves.
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