Según la Real Academia Española, ‘Piticlín’ es un coloquial chileno que significa ‘Dinero’. En Perú, es muy usado para referirse popularmente a una persona aún virgen, que ‘no ha debutado’ o es inocente. Pero en el fútbol peruano hubo alguien marcado con ese apelativo y no precisamente por ser casto. Entonces, ¿por qué se le llamó así?
Carlos Palacios Márquez la ‘rompía’ en los 70 y 80. Fue un volante campeón con Universitario de Deportes, también estuvo en Sport Boys, pero solo llegó a ser parte de una selección juvenil. A pesar de la ‘magia’ en sus botines, la competencia era tan fuerte en esos tiempos que no tuvo lugar en la ‘Blanquirroja’. Pero sí quedó en la historia por ser ‘Piticlín’.
Su sobrenombre fue una marca imborrable. Nació en el balneario de Ancón y creció viendo a las personas abrazando su nostalgia y calentándose con su cigarrillo mirando las olas del mar. Con el paso de los años se le quedaron algunas costumbres: la de fumar. Y no fue hasta que un periodista que estuvo en un entrenamiento de la ‘U’ que lo vio ‘echando humos’ y lo bautizó. Y con esa ‘chapa’ se quedó para siempre.
UN CIGARRILLO LO MARCÓ
En esa época se le llamaba ‘Piticlín’ a alguien que acostumbraba a echarse una pitada, pero de droga. Los hinchas rivales lo llamaban así para burlarse, provocarlo, sacarlo del partido. Su sobrenombre se extendió tanto que hasta sus propios seguidores le gritaban con cariño: “¡Habla, ‘Piticlín’!”. “Nunca fui pegado al vicio. Yo no consumía (droga), lo mío eran las mujeres. Me acusaban de ‘perderme’, porque me quedaba en mi barrio, tomaba unas cervezas y mandaba a un muchacho para que avise (al club) de que estaba enfermo. Quizá como cualquier chiquillo por ahí con mi cigarrito, pero mi vicio eran las chicas”, se defendió en una entrevista con Trome.
“Yo no he hecho tantas cosas como mucha gente piensa. A mí me pusieron ‘Piticlín’, luché contra eso, peleaba contra el periodismo y los periodistas. Al principio me dolió bastante, pero todo está en la fuerza de voluntad que le pongas a las cosas, en como luches para salir adelante”, agregó.
Con su confesión y su fama, Carlos Palacios podría ser, en estos tiempos, cualquier cosa menos ‘piticlín’. Y es que su fama de ‘palomilla’ lo precedía. “Un día nos fuimos a un bar de Lince en el auto de Raúl Párraga, Miguel Kulisic y yo. Estaba recontra movido y tenía ganas de arrojar, me fui al baño. Mis compañeros, al ver a donde iba, gritaron: ‘¡Él paga!’ y se fugaron del local. Tuve que salir esquivando a los mozos para no pagar”.
EL ‘PALOMILLA’ DE ANCÓN
‘Piticlín’, ahora, recuerda con una sonrisa sus travesuras, aunque en el fondo lo dice para que las nuevas promesas no las repitan. El fútbol, a veces, dura como un suspiro frente al mar. “Un día estábamos en el ‘Lolo Fernández’ y Roberto Chale y Julio ‘Cholo’ Aparicio me dicen: ‘Acompáñanos, tú vas a comprar el trago’. Roberto estaba con pijama y como a tres cuadras había una fiesta. La gente, al vernos, nos reconoció. Con camisón de dormir se puso a bailar en el centro de la sala”.
“Al día siguiente entró el técnico José Fernández y se dio cuenta que nos habíamos escapado de la concentración, porque debajo de la cama teníamos botellas de cerveza. A mí me perdonaron porque era joven, una promesa. A Chale no lo tocaron y al ‘Cholo’ Aparicio lo botaron del club”, contó.
Los comentarios en los archivos del fútbol señalan que Carlos Palacios Márquez pudo haber sido un gran futbolista y llegar lejos, sin embargo el problema nunca estuvo en sus pies. Dicen que mereció tener mejor suerte, pero era un muchacho de barrio, palomilla, nada inocente, crecido junto a la bohemia de los pescadores. Hoy sigue viviendo en su natal Ancón, con la misma ‘chispa’ de siempre y sabe que ni siendo ‘Piticlín’ puede pegarla de inocente.
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