Hola mi gente maravillosa de ‘La de fe Cuto’ en esta semana de reflexión les presento a un hombre que siempre lo quise tener en el programa y hoy está con nosotros para darnos una enseñanza de vida y que los pulpines aprendan de sus testimonios, les presentó al gran Pedrito García.

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¿Cómo tomaste que Phillip Butters te pusiera ‘El Romario de los pobres’?

No me sentí molesto, pero me chocó, porque Romario fue mi ídolo de toda la vida. Cuando me dice “de los pobres”, no me chocó porque yo soy del pueblo. He vendido pan en Pisco, he andado sin zapatos, he colgado flores en el cementerio. Yo sé mis raíces, y las raíces no hay que olvidarlas.

Pedro García en La Fe de Cuto
Pedro García en La Fe de Cuto

Yo siempre digo que la formación viene del hogar. Esa es la base, es el cimiento para un desarrollo. Mis padres, a pesar de la ignorancia que podían tener, me dieron valores que sirven para vivir en la sociedad.

¿Cuándo lo viste jugar a Romario?

En el Mundial de 1994. Era mi ídolo, hasta el día que lo pude conocer. Ahora está flaquito, no tiene las piernas que tenía cuando jugaba.

¿De qué barrio eres?

De ‘La Gallera’, más conocido como San Isidro, en Pisco. La gente es muy jovial, te recibe bien. Solo hay uno al que no lo reciben bien: el ‘Cóndor’ Mendoza, jajaja. Saludos a mi compadre Andrés.

¿Cómo era un día en tu niñez?

Era levantarme temprano y ganarme el dinero para ir al estadio y poder comprar una entrada. Sacábamos camote o alfalfa para que coman los animalitos.

¿Qué anécdotas tienes del colegio?

Una que se me viene a la mente es que tenía que desfilar para poder pasar de año. Tocar en la banda y marchar. El problema era que no tenía camisa del colegio. Mi mamá nunca me la había comprado.

Yo veía que los compañeros se cambiaban de camisa cada vez que hacían Educación Física, así que elegí la mejor. La agarré prestada. Al día siguiente, entré bien uniformado, y con esa camisa me fui a marchar. Mi compañero me decía: “Esa es mi camisa”. Yo le respondía: “Estás equivocado”. Fue una ‘mozonada’. Yo sabía que, por más que le pidiera, a mi viejo no le iba a alcanzar la plata.

¿Cómo empiezas en el fútbol?

Con un equipo de barrio en ‘La Gallera’. Le gustó cómo jugué a un dirigente y nos jaló. De ahí salieron muchos jugadores de Pisco. Hasta yo mismo me sorprendí de lo que podía hacer. Son dones que te da Dios.

Pedro García jugó en sullana alno tener oportinidades en Alianza Lima (Foto: GEC)
Pedro García jugó en sullana alno tener oportinidades en Alianza Lima (Foto: GEC)

¿En qué momento te das cuenta de que podías ser futbolista profesional?

Jugaba en Huracán, y hacían los campeonatos departamentales, y la final era en el Estadio Nacional. “Ahora es”, dije yo, y no me equivoqué. Tuve que enfrentar a Kukín, que no lo conocía. Yo siempre empecé por diversión, después le agarré el gustito.

Recuerdo que el Cholo Castillo me vio jugar. Me dijo: “Quédate y trae tus cosas”. Regresé a entrenar y su hijo, Rafo Castillo, me dijo: “¿Usted, señor? Mi papá me dijo que venga a entrenar”. “No, yo ya tengo a mi equipo”, así me dijo, y me fui. Pasé por el costado del Cholo y me preguntó: “¿Dónde vas?”. Le conté que su hijo me había botado. Se paró y gritó —había que tenerle miedo—: “¡Raffo, que juegue!”.

Capitán y titular del equipo. Yo jugaba en la categoría 73 y también en la 72. Siempre eso me ayudó mucho. Eso se ha perdido, y ahora escuchamos que ya no hay jugadores para la selección.

Salí de Alianza Lima, porque no tuve la oportunidad. Cuánto me hubiera gustado jugar como lo hice en otros clubes, pero con la camiseta de Alianza Lima. No todo es color de rosa para los futbolistas.

¿Cómo tomas la decisión?

Cuando en el 97 salimos campeones, Sandro Baylón recién empezaba a salir. Cuando me prestan, Balan me dice: “Enana, va a ser difícil que juegues”. Estaban Marquinhos, Rosales, Jayo, Bazalar… En un preliminar de Alianza–Universitario hago un gol, y me ve Lander Alemán. Nos llevó a Sullana. En Alianza Lima me dieron siete cartas por si se me perdía alguna.

Pedro García en La Fe de Cuto
Pedro García en La Fe de Cuto

¿Qué hiciste con tu primera candela fuerte?

Mira, esto nunca lo he contado, pero lo voy a contar. Yo recibo una prima cuando llegué a Alianza Lima. Rolando Sánchez, dirigente, me dice: “Anda, que te van a hacer contrato”, y recibo una prima. Yo dije: “¿Cuál prima? Capaz ha venido mi prima a verme”, jajaja.

“Pedrito, te he visto jugar y ya te mereces un contrato”, me dijo. “Gracias”, le dije, porque la estaba viendo de cuadritos. Estaba viviendo en el club con otros jugadores, que ya te voy a contar, que han vivido allí y después se fueron a Universitario: Óscar Ibáñez...

Rolando me dice: “Vas a ganar 150 dólares quincenal y 30 mensual. Pero te vamos a dar una prima”. Y su secretaria saca un sobre. Un paquete amarillo. Me fui a Pisco y mi mamá me dice: “¿A quién has robado?”. Llegué con 5 mil dólares y, encima, mi sueldo. Mi mamá no me creía y me llevó hasta el club para que le digan que esa plata era limpia. La asistenta social le explicó que era un dinero que daban por pertenecer al club.

Yo dejé todo en la casa. Le dije: “Dame 300 dólares para regresar a Lima, paga todas tus deudas”. “Con eso me va a sobrar, hijito. ¡Voy a levantar mi casa!”, me dijo. Cuando regresé a los quince días, la negra estaba que me llamaba: “¿Cuándo cobras?”, jajajaja.

Pedro García llegó a jugar pr la Selección peruana bajo la dirección de Julio César Uribe  (Foto: GEC)
Pedro García llegó a jugar pr la Selección peruana bajo la dirección de Julio César Uribe (Foto: GEC)

¿Cómo es eso de que te probaste en Universitario de Deportes?

Juan Carlos Ormeño me lleva y ‘Pichicho’ Benavides me ve. Ellos iban al Estadio Nacional a verte. Allí veían a jugadores como ‘Kukín’, que era increíble, o Christian Vásquez, subcampeón de Copa Libertadores.

Ormeñito me decía: “Vamos, que ‘Pichicho’ ya te vio”. Pero yo ya le había agarrado cariño a Alianza. Encima, se había caído el Fokker. Esa noticia me cambió... Se fue gente que yo veía.

¿Por qué tu papá nunca te fue a ver?

Él sabía que yo jugaba, pero no entiendo por qué nunca me fue a ver. O no sé si me ha ido a ver y no me ha dicho nada. Era un tipo muy serio. Ahora lo veo y parece mi hijo… lo veo tan indefenso. Lo voy a ver, lo abrazo… pero no sé. Me hubiera gustado hablar de fútbol con él.

¿Con quiénes compartiste en ese vestuario de Alianza Lima?

Estaban los cracks: el goleador Waldir Sáenz, Juan Jayo, Juan Carlos Bazalar, César Rosales, el ‘Kanko’ Rodríguez, Basombrío, el ‘Panchi’ Pizarro, Marquinhos y Bujica, los brasileños, además de Balán González, Sandro Baylón y Cococho Reyna.

Te ríes, ¿no? Cuenta y maquilla...

Una vez jugábamos Copa Libertadores y no pagaban los premios. El respaldo de los directivos era con los menores, pero yo andaba con los grandes. “Por si acaso no vamos a jugar”, decían. Yo también decía: “No voy a jugar”, pero yo no jugaba nunca, así que cuando armaron el equipo, pusieron mi nombre en la lista... y de los grandes me cayó un ‘matamoscazo’. Al final, jugaron los mayores.

Solo dije: “Bueno, si hay que jugar, jugaremos”, y paaaa, me cayó. ¡Para ti, Andrés González! Jajaja. Mi tío lo máximo. Imagínate esa mano de la negra... Una linda persona. Él y Waldir eran los que ponían la alegría en el equipo.

En Matute recibió un matamoscazo de Balán Gonzales (Foto: GEC)
En Matute recibió un matamoscazo de Balán Gonzales (Foto: GEC)

¿Cómo fue lo de Sullana?

Uy Luchito, pasé por varios clubes, me prestaron seis veces, hasta que dije: “Hasta aquí nomás”. Lo que pasa es que yo solo me representaba, nunca tuve representante. A veces fue culpa mía. Algunos me dicen: “Eres un jugador al que no le han dado mucho valor”. Nadie me manejaba, la única que mandaba era mi mujer. Se abrieron posibilidades para irme al extranjero y tampoco fui.

¿Cuánto tiempo estuviste en el norte?

Ocho años. Hasta familia tengo allá. Me hice querer mucho. Era uno más, caminaba en sandalias. Encima, llegué en época de Fenómenos de El Niño. Me sentaba en la plaza de armas y había sapos… unos sapazos. Los ‘capazos’ (iguanas) y los grillos. Todo eso lo pasas para seguir creciendo.

¿Por qué jugabas con la 16?

Toda mi vida jugué con la 16. Es más, quería patentarla, pero mi mujer me bajó. Mi academia iba a ser ‘Escuela Pedro García 16’. Te voy a contar por qué.

En ese equipo de ‘La Gallera’, el señor que nos hizo jugar nos dio las camisetas amarillas y nos dijo: “Ustedes estampen sus números, menos el 1, 12 y 21. Los demás, el que quieran”.

En ese tiempo, recuerdo que en la casa había manteles con números o bolitas de billar. Estampar el número costaba cinco soles, y mi mamá decía: “Yo no tengo, pídele a tu papá”. Mi viejo venía de noche, y en Pisco todo cerraba a las cinco.

Yo lloraba, y mi mamá decía: “Anda a dormir, que mañana tienes tu camiseta”. “Mamá, no te olvides”, le repetía. “¡Anda a dormir, caraj...!”, me soltaba. Yo decía: “¿Qué irá a hacer mi mamá?”, pero siempre le tuve fe a mi viejita. De tanto fregar, me quedé dormido.

Me levanto al día siguiente, ya me había olvidado del tema. Voy a tomar desayuno y me acuerdo del partido. Le digo: “Mamá, tengo que ir a jugar. ¿Y el polo?”. Volteo y veo el polo colgado... Te juro que fue el polo más bonito que he visto en mi vida. Mi vieja había cortado el mantel, sacado los números y le había puesto el 16. Ese es el legado que llevo hasta hoy, y mi hijo también se lo pone, porque le conté la historia.

Todos mis amigos con sus numerazos, que les pesaban por la pintura negra y olían a thinner. Yo fui con mi polo cosido, hecho a mano. ¿Cómo no voy a querer a mi madre?

Cuando era figura en la Universidad San Martín (Foto: GEC)
Cuando era figura en la Universidad San Martín (Foto: GEC)

Cuéntame una de Sullana

Hacemos un partido de práctica y Williams Chiroque hace una jugada. Teddy Cardama lo bota. Lo saca y yo salto: “¡¿Qué pasa, Teddy?!”. Se arma una trifulca, y cuando llego a mi casa para descansar, dan la lista… y yo no estaba. Me eché a dormir. A las seis de la tarde suena el celular. Le digo a mi esposa: “Jesica, ni contestes. Déjame a mí”.

Me llama Lander y me dice: “Ya sé todo. Vienes a Lima ahora”. Lander, pero no me han puesto en lista. Yo respeto lo que dice el técnico, no pongo ni saco a nadie. “¡Ven a Lima que mañana jugamos Sudamericana!”, me contestó.

¿Sudamericana todavía...?

Creo que fue injusto lo que le dijo a mi compañero. No se lo merecía. Para mí no existe eso de: “Yo te traje”. Eso no va conmigo.

Llego temprano, me voy al estadio, me cambio, juego... ¡y me expulsan! Regresando en el avión, Lander me dice: “Pendejo eres, ¿no, chato? Te haces expulsar. Me quieres cag... ¿no?”.

¿Tuviste oferta de Alemania y de México?

Cuando estaba en Sullana, el empresario José Moreno me dijo que había una oferta de la Segunda de Alemania. Me soltó: “Si Andrés (Mendoza) la hizo, ¿por qué no la vas a hacer tú?”. Pero le dije a Lander que me iba y me preguntó: “¿Cuánto te pagan allá?”. Me dijo: “Te construyo tu casa”.

José Moreno me quería matar: “¡Chato, esa era tu oportunidad! Ya tenías los pasajes”. Esa era mi chance, y las oportunidades no vuelven.

¿Tuviste un tema con Carlos Delgado, el empresario?

Cuando estaba en Sullana y llega Raffo Castillo, me dice: “Chato, es hora que salgas al extranjero. Te voy a pasar el número de un representante de los bravos: Carlos Delgado. Este es su número, llámalo de mi parte”.

Llamo: “Hola, soy Pedro García”, le dije por teléfono.

—¿Pedro García?

—Sí, te llamo de parte de Raffo Castillo.

—Ahhh, ¿de Sullana?

Me respondió: “Mira, ahora estoy viendo cosas mayores, déjame que voy a ver...”. ¡Plan!, le colgué. Me hizo sentir que no era importante, que estaba viendo un tema con Marco en Brasil. Me volvió a llamar, pero ya no le contesté. Se lo conté a Raffo también. Pero todo da vueltas…

Cuando la rompo en San Martín y me premian con el mejor gol del año, el papá de Claudio Pizarro, que era dirigente de Bolognesi, me dice: “Pedro, tienes que salir, pero tienes que jugar una Copa Sudamericana”. Sampaoli me quería, me llamó... ¡y me mandaron a que me llame Carlos Delgado!

—Aló, te habla Carlos Delgado.

—¿Carlos Delgado? ¿Carlos Delgado?

Se la devolví con todo. Le dije: “Ahhh, mira, ahora estoy viendo un tema con la San Martín y creo que voy a seguir renovando con ellos”. Así nomás, y le corté.

Cuando alguien te llama por empatía, tienes que responderle bien. No era la forma de contestar así, menos con la referencia de un técnico.

También se puso la casaquilla de Universitario (Foto: GEC)
También se puso la casaquilla de Universitario (Foto: GEC)

¿Cómo fue tu convivencia con Teddy Cardama?

Fue dura. Pero siempre me gustaron las cosas difíciles. Desde que llegué a Sullana, no jugué durante cuatro meses. Jugamos con la ‘U’ en Piura y entré en el segundo tiempo. Jugué 20 minutos y me sacaron. Él decía: “Para suerte de unos y mala suerte de otros, yo soy el técnico”.

Hasta que se fue uno de los que siempre jugaba al medio, y me dicen: “Tú, juega aquí”. Yo quería jugar, y ese año jugué de ‘seis’. Quitaba pelotas como loco y se las daba a Ricardi y a los otros para que ataquen. Ese fue mi mejor año. Eso me hizo más profesional. Me sirvió para jugar de marcador en la Copa América.

Una anécdota en la San Martín

En una concentración de la San Martín en El Bosque, meten un centro y Roger Cambindo (colombiano) le entra feo a un chico y lo rompe. Yo voy y le digo: “¡¿Qué te pasa?!”, y se me vino encima. Él pensó: a este me lo como. Se vino hacia mí... y yo fui para adelante.

Se peló, le hice un amague... y cuando se dio cuenta, ¡ya estaba en el piso! Ahí lo agarré abajo: pa-pa-pa-pa-pa. Yo sabía que ese no se tenía que parar. Para que se parara, tenía que matarme. Estaba alto.

Termina, nos separan y estaba Galliquio. Todos le decían: “¡Tú no lo conoces, te pelaste con el chato!”. Eso de pelarse yo nunca lo busco, pero si me provocas, voy para adelante.

En esa caminata uno contra uno... ya no puedes aflojar.

En la ‘U’ también me pasó algo parecido, con el arquerito Luis Llontop. Un día se me viene a buscar bronca... y también al suelo. Pero esa fue más de broma, y después me dijo: “Tío, qué rápido eres”.

Después llegas a Vallejo y una etapa con ‘Chemito’

Ese chico era muy bueno. A la única persona a la que podía darle mi carro era a él. Donde él quería iba, no se iba para otro sitio. Él daba mi carro, dormía conmigo. Él dormía con César Casas. Ellos venían de la misma categoría. Yo tenía mi mancha y él llegó al segundo piso, se quedó a concentrar conmigo.

Pedro García en La Fe de Cuto
Pedro García en La Fe de Cuto

El ‘Puma’ lo vacilaba con los pies

Era bravo, yo lo mandaba a bañar. “Vaya a bañarse”, le decía, y cuando estaba sin medias, yo me daba cuenta. “Anda, ponte medias”, le decía. “Ponte medias, si no te mando afuera”.

Él hacía dieta conmigo y estaba en línea, pero cuando me dormía, se iba al cuarto del Chino Huamán, y allí comía chocolate, galletas, pollo a la brasa, y lo bajaba con gaseosa. Qué abusivo. Un día me hice el dormido y lo pesqué. ¡Pedrito, no puedo!

Un día me ‘robaste’ un título con la San Martín

Después me lo encuentro con su esposa en un santo. Me miraba, yo decía: “¡Dios mío, cómo hago!” Por otro lado, estaba tranquilo porque yo no te había hecho nada, como a veces pasa en un partido. Ese día se la peiné a Chiquito, que lo vi adelantado, quiso reaccionar, pero ya era muy tarde.

Primero fuimos a jugar allá y allí me di cuenta de que Christian Cueva era distinto. Tenía algo en su cabeza, era un chico atrevido para jugar, para la edad que tenía. Estábamos en la banca y me dice: “Tío, ahorita entramos y les hacemos la fiesta. Haces un gol tú o haces un pase y hago el gol yo”. Entramos después de la bronca y empatamos el partido.

Recuerdo que el Maño Ruiz me dijo: “Ya lograste, ahora siéntate a ver. Te hacen dos años de contrato, te ponen a estudiar y haces carrera aquí”. No le hice caso y le hice caso a ‘Feri’ para jugar en la ‘U’. Quería saber lo que era jugar en un equipo grande, y no nos fue bien. Si hay algo de lo que me arrepiento es de las cosas que me dijeron y no las capté.

Su mejor etapa fue en la Universidad San Martín (Foto: GEC)
Su mejor etapa fue en la Universidad San Martín (Foto: GEC)

¿Cómo fue ese tema del premio que te quisieron cerrar?

Campeonamos y la estaban compartiendo. Yo llamo a mi compadre Huamán y le pregunto: “¿Quién te dio el premio?” Lo están viendo ‘Flemita’ y Leao.

Lo llamo a ‘Flemita’ Pérez, mi causa. “Compadre, ¿dónde está mi premio?” “No sé”, me dijo, “pregúntale a Leao”. Lo timbro a Butrón y le digo: “¿Cómo es el premio?” “Ya, ya, se te va a dar”. Tuve que llamar para que me lo den, sino, si no reclamaba, me lo cerraban.

¿Qué recuerdos de León de Huánuco?

Yo detestaba algo: firmar dos contratos. Carlos Zegarra me decía: “Chato, firma, no dije yo, después te limpian, y ¿cómo reclamas?”. Y así pasó en un viaje que no pudimos entrar en el primer vuelo regresando en Copa Sudamericana. Nos pidieron que fuéramos a Trujillo y no llegábamos. No viajamos y nos botaron.

Te cuento otra de un viaje. En Puno, tenía que viajar a Lima, pero el pasaje costaba 350 dólares. Viajar de Arequipa a Lima era 50 dólares. Yo dije: “Me voy a Arequipa”. Era una camioneta y se empezó a llenar. Yo dije: “Voy atrás, total son tres horas, llegamos rápido”. Me senté, con mi mochila encima, casaca, bien abrigado. Había un solazo y empecé a ver el paisaje, las alpaquitas, hasta que en un momento no me podía mover. Me estaba congelando, el aire me daba de frente. No sé cómo hice para que la cabeza chocara con la luna.

Cómo me habrán visto que dijeron: “¡Para, para!” Me metieron y yo, que no quería viajar con ellos, los abrazaba, quería meterme debajo de las polleras para abrigarme. Una cholita me dice: “Chaccha esto, coca para chacchar”. Mira la imprudencia.

En 2014 llegas a Sport Boys

Esa fue una experiencia bonita en Boys. Yo sabía a lo que iba, nadie me contó cuentos. El Chino Huamán me dijo: “Pedrito, no vas a ganar, pero vas a jugar”. Me pusieron un sueldo de 300 dólares y la agremiación me dijo que tenía que cobrar como mil dólares en cuotas.

Nosotros hacíamos actividades para poder solventar algunos gastos. Recuerdo que estaba Coco Araujo conmigo, y mi esposa hacía queque para venderlo en el club. Así era, pero fue una experiencia bonita.

¿Guardaste pan para tu retiro?

Gracias a Dios, sí. Esa es la conclusión de por qué era duro. El dinero lo guardé y lo invertí para que mis hijos puedan estudiar y tener una vida tranquila. Mis padres, ni los de mi esposa, no son pudientes, y eso me valió para trabajar en mi vida. No viví del momento, trabajé para este momento, que es más largo que la juventud.

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