Luis Alberto Guadalupe Rivadeneyra (Chincha Baja, Tambo de Mora, Cruz Verde, 3 de abril de 1976), ‘Cuto’ para los amigos, es de los personajes más queridos y carismáticos del fútbol peruano. Seas de Universitario de Deportes o del Club Alianza Lima, ‘Cuto’ Guadalupe siempre cae bien y cayó bien a donde fue (Grecia, Argentina, Bélgica y más países). Y tiene muchas historias que contar, anécdotas de vestuario, canchas (de fútbol y otras), superación, y más. Varias las cuenta todos los viernes en Trome.pe. Como la de su primer ampay:
Iba en mi camioneta a entregar un delivery personalizado de mi restaurante ‘Cuto 16’ cuando en la radio ponen la cumbia ‘No sé’ del grupo ‘Explosión’ de Iquitos. La escucho por todos lados. La firme que está rayando. No solo la canción, sino también ‘La Uchulu’ con su coreografía desenfadada y pegajosa. También tengo mis cositas, quizá un día de estos haga un mano a mano con ella y ahí veremos quién baila mejor.
La selva siempre me ha llamado la atención. Siempre escuché cosas maravillosas, tierra calurosa, gente hermosa, chicas hermosas y chicos también coquetos. En 2003, la dirigencia de Universitario de Deportes pactó un amistoso con CNI de Iquitos. Viajamos y cumplí mi sueño de conocer esa parte bella de nuestro Perú. Comí mi juane y, soy sincero, no me gustó mucho. Lo que sí me encantó fue el arroz chaufa con cecina y su refresco de camu camu. Empecé a escuchar la música lugareña de ‘Juaneco y su combo’, en esa época ‘Explosión’ no era un boom.
El día pasó rápido, por la noche jugamos y los más de 30 grados de temperatura era una invitación a salir a tomar aire fresco por la ciudad. Como capitán del equipo, me acerqué al técnico Ramón Quiroga a solicitarle permiso para todos. “Estamos acá por invitación, no ha sido un partido oficial, la gente quiere conocer Iquitos, relajarse, no haremos ningún escándalo…”, fueron mis argumentos. Lo convencí y recibimos el visto bueno.
Nadie quiso perder un minuto. Los muchachos parecían leones a los que les habían abierto la jaula. En mi grupo estaban los ‘palomillas’ Johan Sotil, ‘Chino’ Pereda, José Mendoza y los hermanos Paul y Juan Cominges. Caminamos por el malecón, mirando el río Amazonas e Itaya, varias chicas pasaban y nos sonreían, pero la gente quería adrenalina. No lo decían, pero en la cara se les veía que querían decir esa frase que luego yo haría popular: ¡TENGO HAMBRE!
Aceleramos el paso y llegamos al ‘point’ de moda: ‘El Noa Noa’. El ambiente era espectacular. La música sonaba a todo dar. Pedimos unas agüitas minerales y copamos una mesa.
Cumbia, salsa, rock, el DJ ponía de todo. Las chicas me hacían señas con los ojos para salir a la pista, pero me contenía. Después de casi una hora, el grupo estaba empilado. Varios ya salían a bailar. Decidí moverme para demostrar lo mío, me paré y sonó ‘A quién le importa’, un tema que ‘Alaska’ lanzó en 1986 y es un clásico en el tercer género.
Yo había vuelto de jugar en Europa. Estuve en Bélgica y allá es normal bailar todo tipo de música. Así que empecé a contornear, disfrutar, moverme al natural. Es que creo que la habilidad para la danza no es cosa de género, todos tenemos algo de eso en la sangre (aunque algunos no).
Todos en la discoteca me hacían barra, con palmas y cantaban a toda voz: “A quién le importa lo que yo haga?/A quién le importa lo que yo diga?/Yo soy así y así seguiré, nunca cambiaré…”.
Fui la atracción por varios minutos. Los que me conocen dicen que cuando bailo hago gestos que muchos llaman amanerados. “Se te ve medio rarito”, me jodía siempre Paolo Maldonado. Yo soy superado y me río de todo, ja, ja, ja. La pasamos súper hasta que regresamos al hotel.
HICE LLORAR A MI MAMÁ
Lo curioso vino al día siguiente. Yo no bailo como Ricky Martin, tampoco canto como Elton John, no dirijo películas como Pedro Almodóvar ni soy argentino como Pablito Ruiz. Pero mi mamá María me llamó la atención muy preocupada.
En la televisión habían pasado un avance de lo que se vería por la noche en el programa de ‘Magaly’. “Hijo, qué te ha pasado… ¡Tú no eras así!”, me dijo ‘Mamá Prince’ con rabia y llanto. Cuando vi las imágenes, me quedé helado.
Era la primera vez que me pasaba eso. Alguien me había grabado en el ‘Noa Noa’ moviéndome muy sexi y se insinuaba que yo era del ‘otro equipo’. No me gustó mucho ese informe, me molesté tanto que dije: “Si Magaly desea comprobarlo, la espero en el punto que elija para demostrarle que soy varón”. Después se me pasó.
Felizmente, hace 18 años no había Facebook, WhatsApp o Instagram, porque las imágenes se hubieran hecho virales y yo hasta ahora estaría apechugando a las burlas por culpa de una noche de soltura y calor. Sin embargo, nadie me va a quitar el ritmo que tengo, mi desenfado al bailar, así conquisto yo. Total, ¡A quién le importa!
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