Coronavirus: Son imponentes, históricos, de altísimos costos de construcción, joyas para el mundo, pero están vacíos. Esa es la realidad de los estadios de Brasil, el país del fútbol, que debe aprender a vivir sin el deporte que tantas alegrías le ha dado a su población y que debe pasar los fines de semana encerrados en casa sin poder asistir a alentar a sus clubes favoritos.
Desde el legendario Maracaná, hasta una cancha de tierra de cualquier barriada, la COVID-19 ha enmudecido a los recintos de fútbol en Brasil, el país del balompié por antonomasia. El retrato de adolescentes y niños jugando en los barrios pobres, una imagen que ya formaba parte de la idiosincrasia brasileña, fue desplazado por el de algunas aves y perros callejeros que sin el bullicio de los jóvenes se pasean con tranquilidad por los ahora solitarios campos.
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En la mayoría de las ciudades las autoridades locales han suspendido con cuarentena obligatoria o severas restricciones la utilización de parques y canchas deportivas para evitar aglomeraciones y combatir la propagación del coronavirus, que hasta el domingo sumaba 38.654 casos confirmados y registraba 2.462 muertes.
Las canchas sintéticas privadas, siempre atiborradas de futbolistas aficionados, principalmente en las noches después de la jornada laboral, y los centros de entrenamiento de los clubes, en la que todos los días cientos de jóvenes forjan sus sueños, tampoco se escaparon al impacto de la pandemia que se arrastra por el mundo.
Sao Paulo y Río de Janeiro, las mayores metrópolis del país y las más afectadas por la fatídica estadística de la COVID-19, han visto como el balón, uno de los pocos artífices para la socialización de jóvenes en el mundo real, ya no está más en las canchas sin importar edad, clase social, género o raza.
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HOSPITALES DE CAMPAÑA
El histórico estadio Pacaembú, que acogió el Mundial de Brasil 1950, fue durante muchos años la casa del popular club Corinthians y actualmente era el escenario reserva de todos los equipos paulistas, principalmente para los partidos internacionales del Santos, se ha convertido en uno de los hospitales de campaña en Sao Paulo.
La proximidad con el Hospital das Clínicas, el mayor complejo de salud pública de Brasil, y con otros hospitales de referencia localizados en la región central de Sao Paulo, hacen ahora del Pacaembú uno de los puntos claves para la atención de los pacientes de menor gravedad pero que precisan mantenerse internados.
El estadio de atletismo del complejo deportivo del Parque Ibirapuera, el más visitado de la mayor ciudad suramericana, también acogerá desde el 1 de mayo otro de los hospitales de campaña en Sao Paulo, epicentro de la pandemia.
En Río de Janeiro, el imponente estadio Maracaná, cargado de un legado histórico encabezado por dos finales de mundiales (1950 y 2014), se transformó también en uno de los nueve hospitales de campaña abiertos en los últimos días en la 'Cidade Maravilhosa' para atender a los pacientes infectados por el letal virus.
El espacio que acogió el tenis de mesa en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 en el Centro de Convenciones Río Centro pasa igualmente por una reforma para ser acondicionado como hospital de campaña.
Con los torneos del fútbol profesional paralizados y la imposibilidad de entrenamientos, las administraciones municipales de otras ciudades han determinado instalar hospitales de campaña en sus escenarios deportivos.
El antiguo estadio Presidente Vargas de Fortaleza, capital de Ceará (nordeste); el mundialista Fonte Nova y uno de los centros de entrenamiento del club Bahía, ambos en la nororiental ciudad de Salvador.
También diversos coliseos deportivos del estado de Santa Catarina (sur) fueron convertidos en hospitales de campaña. Un proyecto similar es estudiado en Río Grande do Norte (nordeste) para adecuar el estadio mundialista Arena das Dunas, en Natal, la capital regional.