POR: MIGUEL RAMÍREZ / Periodista de investigación
“Mi solidaridad con la vicepresidenta de la hermana República Argentina CFK. Toda investigación judicial debe conducirse con pleno respeto a la democracia, el Estado de derecho y el debido proceso”. Eso escribió la semana pasada en su cuenta de Twitter el presidente Pedro Castillo sobre la vicepresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner. ¿Qué tiene que ver Pedro con Cristina?, se preguntó más de un peruano.
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La solidaridad de Castillo con Fernández tiene muchas cosas en común: ambos son investigados por corrupción, sus más cercanos colaboradores están detenidos, se victimizan, culpan a la oposición y la prensa de su tragedia y hasta piden destituir a las autoridades que los investigan.
Cristina Fernández ha sido acusada por el fiscal Diego Luciani de ser la jefa de una asociación ilícita que perpetró durante sus dos mandatos presidenciales, entre el 2007 y el 2015, “la mayor maniobra de corrupción que se haya conocido en el país”. Se le sindica de haber entregado obras públicas a empresas chinas, a cambio de sobornos por más de US$ 1000 millones.
Castillo también es señalado de ser el jefe de una organización criminal que otorgaba obras del Estado por coimas millonarias a diversas compañías, entre ellas varias chinas.
Cristina colocó como secretario de Obras Públicas a su hombre de confianza José López. Era el encargado de repartir las construcciones. Una madrugada del 2016, se le encontró millones de dólares en una situación digna de una película. López llegó con su auto hasta las puertas de un convento. Como no le abrían la puerta, empezó a arrojar siete bolsos hacia el interior del local.
Un vecino curioso alertó a la Policía. Cuando los efectivos llegaron, descubrieron que las bolsas estaban repletas de pesos, dólares, euros, yuanes, joyas, relojes. Una vez detenido, López confesó que lo hizo por orden del secretario de Cristina, Fabián Gutiérrez, quien -¡oh, sorpresa!- luego apareció estrangulado.
Aquí, don Pedro nombró a su amigazo Bruno Pacheco como su secretario general para que coordinara los negocios en la sombra que planeaba realizar con sus familiares. A Pacheco se le encontró veinte mil dólares en el baño de su oficina privada. Hoy se ha vuelto delator de su otrora amigo chotano.
Hay más similitudes. Pedro y Cristina dicen que las acusaciones en su contra son “ficción” y no hay pruebas. La semana pasada, Cristina pidió que el fiscal Diego Luciani fuera separado del proceso. El profesor Castillo también ha solicitado la separación y hostiga a las autoridades que lo pesquisan. Ambos políticos son harina del mismo costal.
Por otro lado, la nueva razia policial ejecutada por Castillo el sábado no le sorprende a este columnista. Desde que llegó al gobierno, su objetivo fue controlar a la Policía Nacional para encubrir sus fechorías y usarla políticamente. Luego vendrían las Fuerzas Armadas. Cuando el Congreso despierte, ya será demasiado tarde. Nos vemos el otro martes.
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