Por: Miguel Ramírez
Héctor Becerril creía que su jefa Keiko Fujimori y la poderosa bancada de congresistas fujimoristas, que él integraba, eran invencibles.
Hacía todo lo que le pedían. Sus propios compañeros le decían el ‘Pistolero’: lanzaba groserías a los opositores, difamaba, hacía componendas políticas sobrepasando la ley y, a su vez, urdía negocios con autoridades para beneficiarse él y su hermano, según lo que se conoce.
La semana pasada, precisamente la fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos, pidió que no saliera del país por sus supuestos vínculos con la banda de los ‘Temerarios del Crimen’, liderada por el exalcalde de Chiclayo, David Cornejo.
Según la denuncia, Becerril gestionó la asignación de un presupuesto para obras de ese municipio a cambio de favores personales.
Días antes, la misma Ávalos lo acusó, por otros casos, de cohecho pasivo impropio, tráfico de influencias agravado y organización criminal. Todo un rosario de delitos.
Para este columnista, uno de los hechos más graves protagonizado por Becerril fue cuando –siendo congresista- hizo una reunión particular con integrantes del nefasto Consejo Nacional de la Magistratura (CNM). Presionó para que se nombrara como presidente de ese organismo a un magistrado allegado a su jefa Keiko Fujimori.
Cuando el hecho fue denunciado, la poderosa bancada fujimorista lo blindó. La investigación pasó al olvido y hasta hoy no es vista por este nuevo Congreso.
Antes de llegar a ser congresista, Becerril era un desconocido en la política. Era químico farmacéutico y había sido decano del colegio de profesionales de esa especialidad en Trujillo. Pero su nombre sonaba con fuerza en el mundo violento del tráfico de terrenos.
Tenía el cargo de jefe de seguridad de una empresa azucarera. Dirigía una gavilla de matones que, a punta de pistolas y cachiporras, despojaba de sus terrenos, sin misericordia alguna, a humildes campesinos.
¿Qué hacía el exdecano de un colegio profesional metido de jefe de una banda de delincuentes? Esa fue una pregunta que siempre se la quise hacer, pero nunca me concedió una entrevista.
En una oportunidad, el poblador Freyre Prieto, quien fue echado y agredido de su propiedad, lo denunció. Becerril fue sentenciado a cinco años de prisión por usurpación agravada. Pero con el transcurso del tiempo logró ser absuelto por una sala superior.
Era amigazo del presidente del CNM, Guido Águila, vinculado a los ‘Cuellos Blancos del Puerto’. Tal era su amistad que su conviviente fue contratada por ese organismo, que nombraba jueces y fiscales.
El nombramiento de su pareja fue cuestionado porque no cumplía los requisitos de transparencia e idoneidad: su hijo –el hijastro de Becerril- había sido procesado y sentenciado por una millonaria estafa que perjudicaba a jubilados fallecidos. Nadie sabe cómo el muchacho salió en libertad al poco tiempo de ser detenido.
Merecido final de un mal político que confundió el poder con la bravuconería y el aprovechamiento personal. Nos vemos el otro martes.
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