
En una mañana gris de abril, la ciudad se vio marcada por una marcha que, aunque pacífica, se llenó de un dolor profundo. En ella, una mujer visiblemente afectada, con la voz quebrada por el sufrimiento, no sólo clamaba justicia por el asesinato de su esposo, sino que también pedía que no se olvide a las familias destruidas por la violencia que afecta a los trabajadores del transporte. Ella es la viuda de Loymer Noe Benigno Poma, un chofer que fue asesinado el 4 de abril por sicarios que lo extorsionaban por cupos, un crimen que arrebató a tres hijos de su padre y a una esposa de su compañero de vida.
La mujer relató que lo que la motivó a unirse a la marcha fue el pedido de su pequeña, quien, con una inocencia desgarradora, le suplicó que asistiera para exigir justicia por su papá. “Mi niña ha visto el disturbio de la marcha para pedir justicia y ella quiere asistir. Me lo ha pedido y me ha suplicado que quiere apoyar, que quiere justicia para su padre”, comentó entre sollozos, mientras las lágrimas surcaban su rostro. La marcha representaba más que una manifestación: era el último acto de amor y solidaridad de una hija con su padre, un hombre que ya no estaba para abrazarla.

Con cada palabra, la viuda del chofer de la empresa ETUCHISA, conocida como ‘El Chino’, pintaba el retrato de un hombre que era mucho más que un conductor: era un padre entregado, un esposo ejemplar, un ser humano que, aún sabiendo de los riesgos que corría en su trabajo, salía cada mañana para darles lo mejor a sus hijos.
“Era un padre maravilloso. Él era el sustento del hogar, siempre preocupado por nosotros. Me deja a cargo de tres hijos, dos menores y una hija de 16 años. Era un hombre muy sociable, le gustaba cocinar, compartir, mucha gente lo amaba, deja un gran vacío”, expresó con el alma rota, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas que parecían no cesar.

SALÍA A TRABAJAR CON MIEDO
La angustia y el miedo también se reflejaban en las palabras de la mujer cuando hablaba sobre lo que su esposo sentía cada vez que salía a trabajar. “Con miedo se iba a trabajar, pero tenía que hacerlo. Con hijos pequeños, tenía que cubrir las necesidades del hogar, no le quedaba de otra. Salía a las 4 de la mañana y no tenía horario. Trabajaba muy duro por sus hijos”, recordó.
Para Loymer, cada jornada laboral era una batalla diaria con el temor, pero no podía dar un paso atrás, ya que su familia dependía de su esfuerzo.
La viuda recordó el momento en que recibió la fatal noticia, un golpe tan inesperado como brutal. “Me llamó su hermana. Fue una noticia increíble. No pude creerlo. Hasta ahora no creo que me haya dejado sola con sus hijos”, dijo con voz quebrada, mientras su mirada se perdía en el vacío. Aquella llamada fue el inicio de una pesadilla que la dejó con el corazón destrozado y la vida completamente transformada. Su esposo, el hombre que amaba, el padre que sus hijos adoraban, ya no estaría más con ellos.

PIDE JUSTICIA
En medio de su dolor, la viuda hizo un llamado urgente a las autoridades, con la esperanza de que, al menos, sus hijos reciban el apoyo necesario para superar la tragedia. “A la presidenta le pido apoyo. Mis hijas se quedan huérfanas de padres. Necesito un psicólogo para mis hijos. Necesitamos ayuda”, clamó con desesperación. La violencia del sicariato había destruido su familia y dejado a sus hijos huérfanos de padre. A través de sus lágrimas, la mujer exigió que no se permita que más familias sufran lo que ella está viviendo.
La mujer no solo marchó por justicia, sino también por un futuro más seguro para los conductores y sus familias. En su rostro, la tristeza y la rabia se mezclaban, mientras recordaba a su esposo, un hombre que ya no podía velar por ellos. “Han destruido una familia. Quedan dos niños huérfanos. Él era el único sustento del hogar”, expresó con el corazón roto mientras marchaba junto a otros trabajadores del transporte hacia el Congreso, pidiendo medidas urgentes ante la creciente inseguridad que afecta a su sector.
El futuro de esta familia, ahora desmoronada por la violencia, es incierto, pero el dolor de la esposa de Loymer Noe Benigno Poma se mantendrá vivo, y su lucha por justicia y por el bienestar de sus hijos continuará mientras siga respirando. Cada paso en esa marcha era un grito de esperanza, un acto de resistencia, un pedido por un mañana menos violento.
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