Por: Miguel Ramírez
La renuncia de Pedro Chávarry como fiscal de la Nación, anunciada anoche por él mismo, es un triunfo de la ciudadanía, del hombre común y corriente, del estudiante, de aquellos que se rompen en lomo trabajando, quienes veían en su persona un claro protector del expresidente Alan García y Keiko Fujimori, la lideresa de Fuerza Popular, vinculados a la empresa corrupta Odebrecht.
Chávarry no resistió la presión de las justas protestas que se iniciaron la noche del 31 de diciembre pasado, el último día del año, cuando decidió retirar de sus cargos a los fiscales José Domingo Pérez y Rafael Vela, encargados de la investigación de la compañía brasileña.
Los que no escuchan aún el clamor popular y se creen intocables, son los congresistas fujimoristas que ayer, en el hemiciclo, dieron un espectáculo vergonzoso, del que salieron derrotados, en su afán de seguir blindando a Chávarry.
Y lo mismo hicieron sus socios, los apristas, que también se coludieron para que la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales no pusiera al debate las cinco denuncias que existen contra el hasta hoy fiscal de la Nación.
Fieles a su estilo de la escopeta de dos cañones, los escuderos de Alan García dijeron a los medios que sí apoyarían ese pedido, pero a la hora que empezó el debate huyeron.
Las denuncias contra Chávarry duermen el sueño de los justos desde agosto. Es decir, desde ¡hace 5 meses!
“El doctor Pedro Chávarry está deprimido, desconcentrado, sin brújula. Siente que se ha quedado solo, hasta sus amigos fujimoristas lo han abandonado, aunque le han prometido defenderlo hasta el final. Creo que de hoy no pasa”, dijo a este columnista, ayer por la mañana, un funcionario de su entorno.
Pero Chávarry se fue dejando bombas contra su principal e impecable crítico, el fiscal José Domingo Pérez. Ayer mismo, la Oficina de Control de Moquegua le abrió una investigación preliminar por presunta inconducta funcional, cuando era fiscal en esa zona.
Se trata de un caso ocurrido en el año 2008, conocido como el ‘Moqueguazo’, en el que supuestamente estuvo involucrado el entonces presidente regional, y hoy presidente de la República, Martín Vizcarra.
Días antes, Pedro Chávarry también hizo un descabellado pedido al Congreso, para investigar al propio jefe de Estado por unas opiniones que brindó respecto a la empresa Odebrecht y su participación en obras públicas en el país.
Al igual que Chávarry, ayer el fujimorismo perdió los papeles por completo. Tal fue su desmadre que la congresista Luz Salgado insinuó que las protestas de la gente eran “financiadas por Odebrecht o por Soros”.
Infeliz insinuación de una congresista que se reunía clandestinamente en la sala del SIN con Vladimiro Montesinos, para planear ataques contra los opositores de su entonces jefe, Alberto Fujimori, y que hoy dice defender las instituciones democráticas. Nos vemos el otro martes.