La editorial independiente Campo Letrado publicó El secreto de Marion y otros cuentos. Antología personal, de (Lima, 1962). El escritor y catedrático, que forma parte de los narradores que surgieron en la década de los ochenta, reunió sus mejores cuentos, aunque-tal como comenta en esta entrevista-la decisión de hacer esta selección fue muy complicada.

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Tienes un poco más de 30 años en el quehacer literario, ¿cómo nació la propuesta de realizar una antología personal?

Después de haber publicado cinco libros, mis editores me propusieron hacer una selección personal de mis cuentos, que ya suman más de cuarenta. La idea era publicar los cuentos que considerara más representativos de mi poética narrativa y que, a la vez, fueran los que más me gustaran como lector. Fue una tarea difícil porque a uno le gustan todos sus cuentos. Opté, sin embargo, por aquellos que me habían producido satisfacciones personales o se acercaban más personalmente a mí, en un sentido que atiende, sobre todo, a lo soñado o imaginado antes que a lo vivido.

Hay mucho horror de los años 80 en varios de tus cuentos.

Vivir el horror cotidianamente fue lo que caracterizó a la década de los ochenta del siglo pasado en el Perú. Mi narrativa lleva como un estigma el sello de la muerte y la violencia. Ambas son presentadas como componentes de la cotidianeidad en el ámbito de la clase media que sufría, como todos los sectores sociales, la amenaza de huestes invisibles que solo se manifestaban a través de atentados o coches bomba en el propósito de cambiar al Perú. Un camino equivocado, sin duda. Mis personajes viven la experiencia del horror como algo que se manifiesta en cualquier lugar y en cualquier momento. Esta experiencia los termina marcando y arrinconando en un espacio íntimo desde el que viven su condición insular, no integrada a un país que está cambiando y del que desconfían. Ese es, creo, mi aporte: mis cuentos permiten observar el modo en que la violencia sistémica marginalizó a la clase media volcándola sobre sí misma, abismándola en una permanente inestabilidad y precariedad.

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El libro fue publicado por la editorial independiente Campo Letrado. (Difusión)
El libro fue publicado por la editorial independiente Campo Letrado. (Difusión)

Se nota mucha la influencia de Julio Ramón Ribeyro en cuentos como El secreto de Marion, No juegues con fuego o Después de mi padre.

Los de mi generación recibimos la influencia directa de Ribeyro. De hecho, hicimos nuestro aprendizaje del oficio leyéndolo. También aprendimos de Vargas Llosa, de Rivera Martínez, de Bryce; pero, en mi caso, sobre todo del minimalismo narrativo norteamericano a través de escritores como Carver o Ford, a quienes leía a mediados de los ochenta. Sin embargo, creo que lo que me diferencia de Ribeyro es que mi narrativa tiene como telón de fondo la violencia generalizada y el nihilismo disolvente de los ochenta. Mis cuentos no presentan, como los de Ribeyro, a los personajes como víctimas del orden social, siguiendo el neorrealismo. Mi tratamiento de la marginalidad se da desde las condiciones personales que condenan a los personajes a vivir infiernos interiores que los llevan a la incomunicación. Yo exploro en universos inestables. El mundo de mis personajes gira en torno a ellos mismos; son incapaces de instalarse en el mundo social.

En La bella Ami Arakaki, Washington y Una noche con María Pía sentí que hay muy poca esperanza en la humanidad, ¿crees que es muy desesperanzador todo lo que estamos viviendo ahora? Porque leo tus cuentos y parece que refleja a nuestra sociedad actual.

Un elemento que caracteriza a mis personajes es la imposibilidad de comunicarse (confiar) en el otro. Es un rasgo muy contemporáneo. Las relaciones que establecen son líquidas, como diría Baumam. Mis personajes no son estables y padecen el síndrome de la desconfianza. El mundo que perciben es contradictorio y absurdo, pero sobre todo frágil. Todo es precario, comenzando por la verdad, que se construye con los despojos de lo arbitrario No existe el compromiso con nada, se engañan con una vida que es un simulacro, prefieren vivir en lo ilusorio. De este modo, pueden incurrir en lo perverso. Eso no tiene que ver con Ribeyro.

Pese a todo el horror de los años 80, no veo eso en tu cuento La corbata. Hay una luz de esperanza.

Es cierto, pero solo a nivel muy personal. Si hay salvación, esa salvación no es social. Los personajes de mis cuentos normalmente están condenados a vivir en la soledad, porque no tienen esperanza. Cuando asoma alguna posibilidad de redención en ellos, esta se da de manera muy débil. De hecho, esas redenciones son pequeños cambios que no logran transformar su destino. Son estados pasajeros, transitorios que, más bien, contribuyen a caracterizar su inestabilidad.

Jorge Valenzuela: "Yo exploro en universos inestables. El mundo de mis personajes gira en torno a ellos mismos; son incapaces de instalarse en el mundo social". (Foto: Blas Calderón)
Jorge Valenzuela: "Yo exploro en universos inestables. El mundo de mis personajes gira en torno a ellos mismos; son incapaces de instalarse en el mundo social". (Foto: Blas Calderón)

Quiero hablar un poco de Vargas Llosa, ¿por qué decidiste explorar su narrativa?

Vargas Llosa es un referente importante tanto en el plano literario como político. Me interesa observar el modo en que sus novelas proyectan un saber político sobre el individuo, la historia y la sociedad, vinculado con el liberalismo. A partir de esto, me interesó observar el modo en que este saber político supuso ciertas elecciones a nivel formal, temático, argumental en la obra propiamente dicha. Además, me interesa analizar el tipo de intelectual que representa.

¿Te consideras vargallosiano?

Mi posición es muy crítica con respecto a las ideas políticas de Vargas Llosa. Ahora bien, esta crítica se extiende a su obra que no podemos desvincular de su ideología. Por ello no estoy de acuerdo cuando algunos críticos opinan que admiran a Vargas Llosa como escritor, pero no como político. En el caso de un escritor se trata de una unidad, no de dos partes separadas. Su obra defiende ideas políticas muy claras sobre el individuo y la sociedad, ideas que pueden y deben ser criticadas en tanto optan por una visión del mundo con la que se puede o no estar de acuerdo. La idea de que es un virtuoso de la técnica, no está en discusión. Entonces no soy vargasllosiano si eso implica la defensa de sus propuestas ideológicas. Más exacto sería decir que estudio a Vargas Llosa.

¿Cómo ves a la nueva generación de escritores partiendo que eres catedrático de la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Mayor de San Marcos?

Hay mucho interés por explorar en la narrativa fantástica, de terror, en la ciencia ficción y en la narrativa con enfoque de género, así como en la autoficción. Se han abandonado los modos del realismo y las formas del cuento clásico. Se trabaja la narrativa fractal. En la mayoría de los casos se explora en horizontes marcados por un fuerte irrealismo y por la construcción de ucronías.

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