Black metal, drama, existencialismo, humor y sátira convergen en ‘El intervalo del diablo’ (Colmillo Blanco, 2021), la segunda novela de Alfredo de Cossío. Las emociones van y vienen con Marco Incháustegui, Satana, el personaje principal, que hace cuestionarnos si debemos tomar la vida tan en serio.
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Me llamó la atención que el black metal noruego exista en el Perú.
En el Perú existe todo tipo de subgénero popular de heavy metal. También hay bandas de trash metal, de doom, y de black, que, como describo en la novela, si bien es propio de Noruega también existe aquí con todas sus características, imaginario, parafernalia del maquillaje, entre otras cosas.
En ‘El intervalo del diablo’ se nota que eres amplio en el tema del heavy metal, sin embargo, no te aventuraste a ser más explicativo.
Yo llevé una maestría en creación literaria en Barcelona, en la que nos decían mucho que hoy en día los géneros se mezclan, existe lo que se llama la novela ensayo, pero no quería que la novela sea así, aunque tiene pequeñas pinceladas. Por momentos me atreví a dejar de lado la narración, que el argumento avance para que sencillamente el narrador-personaje empiece a hablar, a contarte la historia, de las características hasta en la forma de cantar, de componer. Había un poco de eso, pero pero gracias a mis editores de Colmillo Blanco se pudo controlar ese ímpetu de explicar todos esos elementos. Fue un balance adecuado.
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Marco o Satana, protagonista del libro, es muy existencial. Luego está Helvete que es un personaje acaparador, quiere abarcar todo. ¿Cómo construiste estos personajes?
Todo fue ficcionalizado. Tomé referencias más cinematográficas, de películas de los hermanos Cohen como ‘Barton Fink’ y ‘El gran Lebowski’, donde tenemos a un protagonista, que es un poco más pasivo que el personaje secundario, que suele ser un amigo. Tenemos al amigo, líder y casi gurú; un hombre de acción, completamente fundamentalista.
Helvete no admite nada, es un purista. Solo quiere black metal y nada más.
Exacto. Es quien marca la pauta de la banda, compone, enseña a interpretar las letras, toma las decisiones musicales, Helvete quiere ser un líder dentro de la movida. Yo no he ido a entrevistar bandas de black metal, yo supe de su existencia, y sobre eso, todo lo demás me lo inventé. Helvete quiere ser líder en esta movida que ya es casi como una tribu, por no decir casi una secta. Sus motivaciones son fundamentalistas y todas inspiradas en la antigua historia del black metal que viene desde Noruega, es por eso que tiene esa conexión con ese país, con esa historia; se considera un representante, una suerte de apóstol.
Eres un gran seguidor del black metal.
Yo escucho todo tipo de metal, dese el clásico de Black Sabbath, hasta las vertientes más extremas, tengo discos de otros subgéneros, pero también los principales de las mejores bandas de la historia del black metal. La historia de este subgénero musical es fascinante y muy literaria. Yo ya la conocía desde antes de que me dedicara a escribir, pero, cuando quise armar este proyecto, me encontré un evento en Facebook de un concierto de una banda sueca que vino a tocar a Lima hace unos años, vi varias fotos de perfil de los asistentes y tenían características similares a las imágenes de los discos de black metal. Pensé que ahí había algo interesante y fue allí donde se me vino la idea de escribir ‘El intervalo del diablo’, una movida de black metal noruego en el Perú, que combinara la vida un chico local, de alguna manera, con la leyenda o el mito que viene desde el país nórdico, que está lleno de traiciones, asesinatos, suicidios, quema de iglesias, juicios, encarcelamientos, cosa que no ocurre en ningún otro subgénero del heavy metal.
‘El intervalo del diablo’ es único en su género. No he encontrado otros libros antes de entrevistarte.
Creo que sí porque las novelas de submundos, de ambientes marginales y musicales, las novelas que se han escrito así en el Perú suelen mirar todo hacia dentro. Todas las bandas locales que se mencionan son inventadas. Sin embargo, sí miro para afuera bandas que existen, pero que muy pocos conocen en el Perú.
“En el fondo todo soñamos con ser estrellas de rock”, es una línea que resume muy bien la novela. Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos querido ser como Axl Rose, Slash o Jimi Hendrix.
Todos tenemos sueños, creo que ser estrellas de rock ha sido uno de ellos. Pero más que eso, creo que todo el mundo sueña con trascender, ser conocido o alabado de alguna manera.
En el personaje de Helvete veo a la sociedad en sí, cuántos Helvetes tenemos en esta sociedad: huraños, puristas, yoístas y fundamentalistas.
Fundamentalistas hay por todos lados, creen que tienen que defender una postura o una manera de pensar con ideas hirvientes. Al final, cada uno dependiendo de su propio punto de vista, opiniones, sesgos, crianza, entre otras cosas, sabe si lo acepta como es o no.
‘El intervalo del diablo’ también funciona como escenas cinematográficas.
Es consecuencia directa de mi carrera y mis estudios de Comunicaciones: escribía guiones, dirigía cortometrajes. Inevitablemente, cuando pienso en algunas secuencias pienso en ediciones o primeros planos…
O en ‘Pulp Fiction’ (en su habitación tiene un cuadro de la icónica película dirigida por Quentin Tarantino).
(Ríe). ¡Claro! La escritura no debe tener solo como referencia la literatura. Cuando escribo pienso en películas o discos. Durante mi escritura de ‘El intervalo del diablo’, tenía en la cabeza rondando ‘The Lamb Lies Down on Broadway’ de Genesis o ‘American Idiot’ de Green Day.
Además de música, en ‘El intervalo del diablo’ también hay bastante ironía.
Eso es fundamental. Para mí no puede existir el drama, tiene que tener un poco de humor, ironía, sátira, quería mostrar ese ambiente. Yo escucho esa música, puedo ir a conciertos con bandas muy oscuras, pero si voy a escribir sobre eso no les puedo hacer una propaganda, ni tampoco escribir una solemnidad porque creo que el escritor tiene que atreverse a plantear la idea de que nada es 100% solemne. Sí, quería exagerar las cosas; pasa de ser una movida de música a una tribu, una secta con reglas de conducta y procesos casi burocráticos para participar en conversatorios y poner personajes que se toman tan en serio esa vida que impulsa al protagonista a preguntarse si realmente así debe ser. Pero el personaje principal tiene más capacidad de reflexión, se da cuenta cuáles son las cosas realmente importante, qué es lo que está sacrificando.
La pregunta es si valió la pena.
Ese es el otro gran tema de la novela: la búsqueda de identidad como artista.