
Estoy en consulta revisando al paciente, pero mi mirada se va al tutor. Y me pregunto: ¿Qué historia hay detrás de esa preocupación, de ese silencio, de ese cariño?
Con los años entendí que no solo atendemos animales. También atendemos vínculos. Relaciones que sostienen, que duelen, que sanan.

He visto personas llegar con miedo, con culpa, con esperanza. Y lo que traen no es solo una mascota enferma. Traen a su compañero. A su refugio. A su familia.
Uno no aprende eso en la universidad. Te lo enseñan los años, los pacientes, las miradas. Hoy sigo siendo veterinario con todo el corazón, pero también me doy permiso para mirar más allá del cuerpo: escuchar, acompañar, cuidar el lazo invisible que une a cada tutor con su mascota. Ese lazo también necesita medicina.
Y tal vez, eso sea lo más valioso que me ha enseñado esta profesión.
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