La plaza San Martín, donde un poste de alumbrado ornamental se vino abajo días atrás y cayó sobre un hombre, es un conjunto arquitectónico con historia que se ha convertido en símbolo de peruanidad y de nuestra capital.
Se levantó sobre las estaciones ferroviarias de San Juan de Dios y la Encarnación, y predios aledaños expropiados en lo que fueron los coloniales plazuela de la Micheo y el portón de Zela, y la plazuela San Juan de Dios (antes llamada de San Diego).
A diferencia de la Plaza de Armas y otras plazuelas coloniales, que se remodelaron en la República, la plaza San Martín -homenaje al libertador y a la independencia del Perú- se comenzó a construir en 1914 sobre áreas expropiadas.
“El espacio físico se abrió mediante expropiaciones y demoliciones, y este hecho es significativo: sus procesos evidenciaron un gesto de transformación de lo precedente”, advierte el arquitecto Víctor Mejía.
En un área de 12 mil 300 metros cuadrados, el urbanista español Manuel Piqueras Cotolí se encargó del diseño del trazado, ornamentación, mobiliario y jardinería que se mantienen sin mayores alteraciones desde que se inauguró la obra, el 27 de julio de 1921, por el presidente Augusto B. Leguía, con motivo de las celebraciones del centenario de nuestra independencia.
Datito
De estilo neoperuano, sus exedras (bancas en la parte interior de una curva) y balaustradas (soportes de terrazas) se hicieron de mármol, mientras el suelo de granito, sus faroles de bronce y sus fuentes de agua de fina piedra. Los edificios de los alrededores son neobarrocos: Hotel Bolívar, portales Mateo Pumacahua y de Francisco de Zela, y edificio del Club Nacional.
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