Félix –así lo llaman sus vecinos– no ha leído libros de autoayuda, pero sabe eso por instinto y a sus 88 años talla la madera de mañana o de tarde. Su enorme talento lo ha llevado a ser reconocido como el ‘abuelo Geppetto’ de Celendín, en la región de Cajamarca. Esta es su historia.
Se trata de José Félix Chávez Silva, usuario de Pensión 65, quien es una fábrica parlante de los más bizarros seres de madera. Una tarántula gigante, un águila acechante, una arrogante garza, un perro atrevido y un vaquero montado en su caballo son algunos de los integrantes de su colección de madera, tallados con pasión, cuidado y paciencia.
“Hace muchos años trabajaba como chofer particular. Manejando he conocido prácticamente toda la costa, desde Tumbes hasta Arequipa, y también casi toda la selva. De la sierra solo no he ido a Puno. Pero desde hace treinta años me dedico a tallar madera. Hay algo especial en trabajar la madera. Me mantiene ocupado, calculando dónde cortar, dónde cepillar, dónde lijar, dónde hacer huecos”, cuenta Félix.
En su pequeño cuarto taller, donde los muebles brillan por su ausencia y las herramientas y los trozos de madera virgen opacan a su vieja cama, Félix no tiene más compañía que las figuras talladas de su autoría.
Félix tiene cinco hijos, “unos están en el país y otros en el extranjero”, sin embargo, no sabe cuántos nietos y bisnietos tiene. Aprendió solo a tallar. Nadie le enseñó.
Le lleva casi un mes terminar un trabajo como el del águila. Avanza a sus tiempos, según cómo los achaques de la edad le permitan avanzar.
“Las rodillas y la cintura me están molestando siempre, pero descanso cuando la cabeza me empieza a doler. Luego, al día siguiente, ya fresco, continúo”, comenta.
Félix agradece que con la subvención de Pensión 65 puede pagar su comida y el cuartito en el que duerme y talla. Cuando le resulta la venta de alguna pieza tallada, tiene para invertir en comprar raíces de aliso, el árbol que es la materia prima de sus obras.