Potente y doloroso, en esas palabras se podría resumir ‘El hijo que perdí’, de Ana Izquierdo Vásquez. La escritora perdió a su hijo Renzo hace más de cuatro años y en este libro de la editorial independiente ‘Animal de Invierno’ la autora reúne 20 relatos en torno al proceso del duelo.
Con un poco más de 100 páginas, Ana Izquierdo Vásquez se refugió en ‘El hijo que perdí’ para intentar sobrellevar el duelo. Y a nosotros, sus lectores, nos mueve, sobre todo para alguien con un familiar cercano que pasó por lo mismo (la madre de mi esposa perdió a su hijo cuando tenía 7 años), preguntándose por esa ausencia que tanto hace falta y que así pasen los años, el dolor será permanente, pese a las frases hechas e impertinentes como “Ya tu hijo está en el cielo” o “Está descansando en paz”, entre otras, porque no existen palabras consoladoras que te devuelvan a tu hijo(a). Y no, el tiempo no lo cura todo.
¿‘El hijo que perdí’ también ha sido una respuesta a todos aquellos con esas frases supuestamente consoladoras?
Quizá podría verse así, aunque esa no fuera mi intención. Con la muerte de un hijo las palabras se vuelven inútiles, pierden todo tipo de significado, caen en el vacío. Con frecuencia, la gente se siente obligada a reconfortar o tratar de consolar al doliente, pero eso es imposible. No hay nada que pueda calmar el dolor: éste tiene su propio proceso de alivio, sin que nadie pueda intervenir en él. Lo único que queda es acompañar a la persona en duelo, darle un fuerte abrazo, dejar que llore todo lo que tenga que llorar, sostenerle las manos. El silencio puede convertirse en el mejor de los pésames. No hay que temerle: hay que saber usarlo y transmitir nuestro dolor y empatía a través de los gestos honestos.
“Porque los secretos familiares, cuando son tan dolorosos, necesitan revelarse”, escribió en ‘El hijo que perdí’. ¿Hasta qué punto fue difícil escribir este libro con lo que pudiera pensar su familia?
En un principio, decidí no contar ciertos hechos vinculados a la muerte de Renzo. Me costaba decir públicamente la verdad. Por una parte, era una forma de protegerlo, de salvaguardar su memoria, de evitar comentarios incómodos sobre él, pero por otra parte, yo misma no podía aceptar lo que había pasado y eso me llevaba a callar. Sin embargo, mientras avanzaba en la escritura del libro, me di cuenta de que me estaba engañando a mí misma, de que si escribía sobre Renzo tenía que contarlo todo. Hablé con mis otros dos hijos y ellos estuvieron de acuerdo. Ya no había marchas atrás. El texto en el que narro la muerte de mi hijo lo escribí al final, pero es uno de los primeros del libro. Allí digo cosas que nadie (o casi nadie) sabía en la familia. Yo jamás lo había contado en voz alta. Fue difícil porque tenía miedo cómo podían reaccionar, pero ahora que el libro ha salido a la luz, mi familia ha optado por el silencio. Sólo se limitan a felicitarme.
“El verdadero dolor es así: trastorna todos los rincones de la mente y te hace creer que tu rostro, tus manos, tus piernas han cambiado. Que tu piel es otra. Y que tú misma eres una intrusa”, me quiero detener en estas palabras de ‘El hijo que perdí’ para preguntarle si, ¿le ayudó este libro a procesar la pérdida de su hijo?
Me ayudó a comprender lo que me estaba pasando. Escribir fue eso para mí: una forma de entender mi dolor. No estoy segura si funcionó como una terapia, porque un sufrimiento de este calibre no se alivia con un libro, pero el hecho de reflexionar sobre la tragedia y mis emociones, hizo que pudiera ver las cosas con mayor claridad. Eso ya es bastante. La escritura ayuda a pensar en silencio y con cierta calma, sin que nadie te moleste. Es un momento de soledad en el que te enfrentas a ti mismo, en medio de un laberinto que parece no acabar nunca. Yo necesitaba ese espacio, ese momento a solas, porque era mi manera de sentir a mi hijo con más fuerza. A veces la gente piensa que un doliente no debe estar solo (y es verdad), pero también es cierto que necesitamos momentos de soledad para poder entablar una comunicación con nuestros seres queridos. Una comunicación íntima y privada, a la que nadie más tiene acceso. Estar solos es un modo de estar con ellos.
Renzo era fanático de Pearl Jam y el vocalista Eddie Vedder, The Doors, Pink Floyd y Bob Dylan. En la casa de Ana Izquierdo Vásquez siempre están presentes estas bandas y cantantes. Es una manera de recordarlo, de decirle que siempre estará con ellos, y que jamás lo olvidarán porque no hay peor muerte que el olvido.
En ‘Just Breathe’, una de las canciones favoritas de Renzo, Eddie Vedder se pregunta: ‘Did I say that I need you? Did I say that I want you?’ (‘¿Te dije que te necesito? ¿Te dije que te quiero?), y lo relaciono con estas palabras de su libro; “Soy una recolectora de imágenes mentales de mi hijo, de viejas escenas en donde sólo aparece él”, ¿cómo fue la influencia de la música que escuchaba Renzo-y que ahora escucha usted-mientras escribía el libro?
Renzo vivía para la música. Las canciones y las letras eran su forma de conectarse con el mundo exterior, su manera de comprender la realidad y, sobre todo, de vincularse con sus emociones. Cuando él llegaba a la casa después del trabajo, solía poner temas de Pearl Jam o Pink Floyd. Según la melodía que salía de su habitación, yo podía identificar su estado de ánimo, si estaba triste, amargo o tranquilo. Para mí, ciertas canciones fueron un referente emocional de Renzo. Por eso, tras su muerte, me costó muchísimo escucharlas, sentía que me hacían daño o que me recordaban momentos difíciles de mi hijo. Pero con el tiempo pude vencer esa barrera, y oír la música se convirtió en una suerte de ritual que me conecta con él. Lo hice también durante la escritura: el sonido me conducía a una intimidad reflexiva que, de otra forma, no hubiera sido posible. El libro y la música se transformaron en mi estrategia para hablar con mi hijo y, al mismo tiempo, hablar conmigo misma.
¿Cuánto conoció de usted escribiendo 'El hijo que perdí'?
En primer lugar, la tragedia y el duelo me hicieron conocer cosas de mí que antes no sabía. Por ejemplo, los sentimientos tan oscuros que, como persona, podía experimentar. Descubrí que esas emociones también habitaban en mí y que debía aprender a sobrellevarlas. Luego, durante la escritura, me di cuenta de que podía mantener la calma para explorar en regiones desconocidas de mi interior. Esta indagación, a través de las palabras, era algo nuevo en mi vida. Nunca lo había hecho. Y eso me llevó a conocer y comprender, por ejemplo, mis propios estados emocionales: mi sufrimiento, mi desesperación, mi ira, pero también una nueva forma de alegría o serenidad. El libro me impulsó a mirarme a un espejo y reconocer la nueva persona en la que me había convertido. No fue un proceso sencillo, pero sí necesario.
¿Está en proceso de escribir otro libro acerca de Renzo, algo que quedó fuera del libro o todo está en ‘El hijo que perdí’?
Por el momento no tengo planes de escribir otro libro. Tal vez en el futuro surja la necesidad de hacerlo, pero por ahora sigo abocada a “El hijo que perdí”. Últimamente, con los comentarios de las personas, he sentido que quieren conocer más cosas de Renzo, que el libro quedó corto en ese sentido. Por supuesto, hay muchísimas historias sobre mi hijo que han quedado fuera, porque el tema era el duelo y no una narración biográfica de su vida. Pero tal vez más adelante se presente la oportunidad, o encuentre una forma de hacerlo. Pienso que el libro es completo en cuanto a la experiencia de mi pérdida, que dejé todo sobre ese aspecto, pero que falta en cuanto a la vida de mi hijo. Para escribir de eso, la idea del proyecto tendría que ser distinta.
Escucha 'Just Breathe', de Pearl Jam, una de las canciones favoritas de Renzo.
MÁS DATOS
'El hijo que perdí', de Ana Izquierdo Vásquez se encuentra en los stands 46 y 76 de La Independiente y Grupo Editorial Estación La Cultura, respectivamente, en la Feria Internacional del Libro (FIL).
REGRESAR A LA PORTADA DE TROME.PE